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Los últimos artesanos del tiempo
elmundo.es - Gremio relojero - Victoria Gallardo 01-11-16
elmundo.es - Gremio relojero - Victoria Gallardo 01-11-16
- Los relojeros de la capital luchan por preservar un oficio que, ante la falta de escuelas, corre el peligro de desaparecer.
- Piden un homenaje para el diseñador del reloj de la Puerta del sol
A veces, el paso del tiempo se antoja el peor de los enemigos. Un despiadado antagonista que acelera el segundero en los momentos felices y lo detiene en los amargos. Eso lo sabe bien Juan José Ontalva. A sus 86 años, este relojero sigue ligado a la ocupación que heredó de su padre y de su abuelo. "En mi época, los hijos imitábamos a nuestros mayores. Consideré que mi destino era ser relojero, y lo acepté con mucho gusto. Hoy hay jubilados que, para pasar el rato, juegan al mus. Yo, en cambio, sigo enganchado al oficio", asegura.
Seis décadas de trayectoria entre manecillas y engranajes son las responsables de que algunos de los (cada vez más escasos) profesionales que siguen activos en la capital hayan pasado por sus manos.
Es el caso de sus discípulos de Nuevo Arte de Reloxes (O'Donnell, 28) que, tras el cierre por jubilación de su anterior dueño, abrieron en 1996 esta nueva dirección, especializada en la restauración de relojes antiguos. "El relojero en España siempre ha tenido una serie de problemas que tienen sus raíces en la soledad. Hemos tenido que improvisar, que hacernos a nosotros mismos. No nos ha quedado más remedio", prosigue Ontalva. "Sin escuelas, los que pueden ser maestros, cuando desaparecen, se llevan consigo la experiencia, que es lo único que no se puede copiar".
Pedro Izquierdo es de los últimos artesanos que, cada tarde, sigue transmitiendo su saber hacer en el centro que lleva su nombre, situado en el número 41 de la calle Arganda. "De niño, destrozaba todos los relojes que había a mi alcance. Entonces mi padre ya supo que de mayor yo sería relojero", bromea.
Y así fue. Desde 1965, este autodidacta no ha dejado de dar cuerda a una profesión repleta de altibajos. "La aparición del reloj de cuarzo fue un duro golpe para el sector", asevera. "Hasta entonces, habían sido uno de los regalos más populares, el complemento masculino por excelencia. Ahora con los relojes es frecuente que pase lo mismo que con las televisiones. No se reparan. Se tiran. Antes, comprar un reloj podía significar el sueldo de un mes. Hoy te lo regalan por abrirte una cuenta en el banco".
Según sus cálculos, en los últimos 50 años han desaparecido a nivel estatal cerca de 600 de estos profesionales. Sin embargo, el "valor afectivo" de estos objetos sigue siendo un argumento de peso para mantener la esperanza. "Todo depende de que las generaciones futuras se eduquen en mirar el reloj".
Quien desde niño se educó en este universo de lupas, pinzas y esferas es Manuel Santolaya. A sus 59 años, representa la quinta generación de relojeros de su familia. "Yo me he criado aquí, en el taller con mi padre", señala desde la trastienda de la Relojería Santolaya (Murillo, 8), especializada en piezas del siglo XVI al XIX. "Lo primero era limar, hacer pasadores y, sobre todo, mirar, que es como mejor se aprende". Así fue precisamente como instruyó a su hija Arantxa, la última incorporación al gremio.
Retratos de las cuatro primeras generaciones de relojeros de la familia Santolaya. ANTONIO HEREDIA
"Este es un oficio que engancha. Es casi como un vicio", prosigue Santolaya. "En relojería antigua, siempre te encuentras con mecanismos que, por su complejidad, te motivan y te animan a la hora de dar vida a relojes de más de 300 años". Números de combinación de una caja fuerte y alguna carta de amor son sólo dos de las sorpresas con las que este relojero se ha topado al desmontar alguna maquinaria. "También recuerdo el caso de un cliente que trajo a reparar varios relojes. Nos contó que había otro en su casa que dejó de andar justo cuando murió su madre. Jamás lo reparó. Prefirió dejarlo como estaba. O el de una señora que trajo un reloj francés de madera que era de la familia. Sus hermanos lo vendieron sin su consentimiento, pero ella lo encontró en un anticuario por pura casualidad y lo trajo a reparar".
Lo de Manuel y Adolfo Gómez también fue una "puñetera casualidad", tal y como corrobora el primero de estos dos hermanos. Enfundado en su bata blanca, recuerda cómo fue su llegada a uno de los cinco locales dedicados a la reparación de relojes que hoy coexisten en el pasaje de Carretas a la altura del número 12. "Al terminar la mili, no tenía trabajo y mi padrino me ofreció quedarme con este negocio pero sin tener ni idea. Mi hermano y yo aprendimos de los empleados que había entonces", cuenta mientras repasa con la mirada sus cajones repletos de alicates, pasadores, punzones, fresas y fornituras de plata.
Al alzar la vista, señala una marca ennegrecida en la pared, donde años atrás hubo un dispensador de números para que los clientes esperasen su turno de manera ordenada. "La cola de espera antes llegaba hasta la entrada del pasaje, pero eso ya es cosa del pasado", lamenta. "Que un reloj valga 10 euros no tiene razón de ser. Siendo así, ¿quién lo va a reparar por 20?". Pilas, correas y pequeñas reparaciones son los encargos más frecuentes. "Donde nos esmeramos más es en las grandes marcas. De Omega para arriba", añade. "Además, hay mucho coleccionista. Por eso creo que la relojería tiene futuro. Los relojeros quizá no tanto".
La fachada de la Antigua Relojería varias décadas atrás.
Este mismo temor es compartido por los dueños de la Antigua Relojería del número 2 de la calle Sal, fundada en 1880. Herederos del negocio familiar que en el pasado ocuparon sus padres y sus abuelos, Ignacio y Javier García son, junto a su prima Reyes, sus actuales propietarios. "Uno de nuestros relojeros se jubila el mes que viene. El segundo no tardará mucho en hacer lo mismo", comenta Reyes. Por suerte, "los clientes de toda la vida siguen confiando en nosotros", añade. "Para algunos, venir aquí es casi como visitar la panadería. Les gusta que les llamemos por su nombre". Al fin y al cabo, "los relojes siempre se van a seguir reparando".
Información completa aquí: http://www.elmundo.es/madrid/2016/11/01/58167dfee5fdea28628b45f2.html
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