Quién no ha leído Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, El Principito de Antoine de Saint Exupéry o Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach. Todos ellos son relatos que tienen algún trasfondo detrás de su inocente apariencia externa. Nos parecen simples historias para niños o jóvenes escritas con la intención de entretenernos y aficionarnos a la lectura pero todos nos enseñan algo. Incluso en las programaciones escolares son obras que se eligen como lecturas obligadas no escogidas al azar, no se incluyen por decir que los alumnos tienen que leer algo. Ellos deben explicar qué nos ha querido enseñar el autor con esas historias, algunas con apariencia irreal, disparatada; otras, como quimeras, sueños. Pero todas ellas esconden un fin.