Hola
Este caso nos muestra claramente que hay una diferencia de matiz importante entre arte y profesionalidad.
Planteado de otro modo: ¿Está obligado un buen profesional de la relojería, a ir más allá de sus labores habituales, entrando en el terreno del arte, para realizar una reparación que su instinto comercial o las instrucciones recibidas le dicen que no debe acometer?
Un antiguo proverbio romano decía: "Ad impossibilia, nemo tenetur" : Nadie está obligado a la imposible.
Y según la RAE, la segunda acepción de "imposible" es
1. adj. No posible.
2. adj. Sumamente difícil. U. t. c. s. m. Pedir eso es pedir un imposible.
Y así, Rolex aplicando la lógica del SAT oficial, considera que el reloj no es reparable. ¿Por qué? Pues porque para un buen profesional común de la relojería, no es reparable. No lo sería para muchísimos relojeros, por tanto, es lógico que Rolex, atendiendo a la casuística más habitual, señale que este caso es inasumible. Y es una opinión respetable.
En determinados casos, se pide un esfuerzo al profesional que va más allá de lo habitual, que entra dentro del terreno del arte, de lo deseable pero no exigible... una magia comparable a la de la creación inicial misma del reloj en la fábrica por su fabricante. Un encargo como éste difícilmente puede crear en el profesional una obligación de tipo formal, pues quien encarga la reparación, sabe bien que dicha reparación pertenece más al arte que a la profesión misma.
Todo lo que puede decir el propietario del reloj es "Lo he dejado en las manos de Pedro Izquierdo". Y confiar en su arte.
Y Pedro Izquierdo responde como todos los artistas: con una obra sorprendente, pues no ha reparado ni ha restaurado ese TUDOR. Lo ha devuelto a la vida, pues el reloj ya había muerto. Lo ha arrancado del óxido, para devolverlo al servicio de su dueño. Le ha devuelto la dignidad de su presencia de reloj de alta gama, cuando había perdido su cualidad de objeto valioso y funcional.
Saludos :yipi: :scrito: