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Centro Relojero Pedro Izquierdo

El reloj en la Literatura

Claudio

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Una raza de relojeros

Hola, foreros. Se me ha ocurrido iniciar este hilo e ir incluyendo en él retazos literarios :scrito: en donde el reloj sea el mayor, o uno de los mayores, protagonista de la historia. A ser posible iré escogiendo aquellas escenas o partes o... lo que sea, que tengan algún matiz humorístico :party:, gracioso :smile: o ingenioso :yipi:, al menos.

Retazo de "Sobre héroes y tumbas", de Ernesto Sábato, 1961.

[...] Vaciló, pero finalmente aceptó, cuando le dije que ese dinero sería empleado para ayudar a un grupo anarquista de Suiza. No era difícil convencerlo de nada que se refiriese a la causa, por utópico que pareciese a primera vista y, sobre todo, si era utópico. Su ingenuidad era a toda prueba: ¿no había trabajado para un sinvergüenza como Podestá? Vacilé un momento con respecto a la nacionalidad de los anarquistas, pero me decidí al fin por Suiza a causa de la enorme magnitud del dislate, ya que para una persona normalmente constituida creer en anarquistas suizos es como aceptar la existencia de ratas en una caja fuerte. La primera vez que pasé por ese país tuve la sensación de que era barrido totalmente cada mañana por las amas de casa (echando, por supuesto, la tierra a Italia). Y fue tan poderosa la impresión que repensé la mitología nacional. Las anécdotas son esencialmente verdaderas porque son inventadas, porque se las inventa pieza por pieza, para ajustarla exactamente a un individuo. Algo semejante sucede con los mitos nacionales, que son fabricados a propósito para describir el alma de un país, y así se me ocurrió en aquella circunstancia que la leyenda de Guillermo Tell describía con fidelidad el alma suiza: cuando el arquero le dio con la flecha en la manzana, se perdieron la única oportunidad histórica de tener una gran tragedia nacional. ¿Qué puede esperarse de un país semejante? Una raza de relojeros :he:, en el mejor de los casos.
 

Claudio

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Bofetadas a las doce

Hola, foreros. Se me ha ocurrido iniciar este hilo e ir incluyendo en él retazos literarios :scrito: en donde el reloj sea el mayor, o uno de los mayores, protagonista de la historia. A ser posible iré escogiendo aquellas escenas o partes o... lo que sea, que tengan algún matiz humorístico :party:, gracioso :smile: o ingenioso :yipi:, al menos.

"Bofetadas a las doce", de la obra "El recreo de mis hijos", anónimo, 1911.

Una vez había un Rey muy desgraciado, que tuvo la desdicha de reñir con una hada poderosa, y ésta le condenó a que todos los días, al dar la primera campanada de las doce, recibiera Su Majestad en las augustas mejillas un soberano par de bofetadas.
El humillante castigo era propinado por unas manos invisibles, pero duras, que ponían los regios carrillos echando fuego; y el Rey, para evitarse la vergüenza de recibir los consabidos bofetones delante de su corte, se encerraba en su despacho a las once y tres cuartos, y no salía de él hasta las doce y diez, después de haberse refrescado la parte dolorida.
Los cortesanos nada sabían de aquel castigo misterioso, y no podían averiguar las causas de aquellas breves ausencias del Rey. Este, para evitar que por un descuido le atizaran los sopapos en plena corte, hacía vigilar constantemente su cronómetro por dos relojeros de su confianza, uno de los cuáles tenía el encargo de decir al sumiller, para que éste lo dijera al maestresala, y éste al introductor de embajadores, y éste al primer ministro:
- ¡Señor, las doce menos cuarto!
Lo mismo era oír esto el Rey que, dejando cuanto le ocupara, incluso suspendiendo la ceremonia más solemne, salir disparado a encerrarse en su despacho, hasta las doce y diez minutos, en que volvía a ocupar el trono, más encarnado, pero más tranquilo
...sonaron dos tremendos cachetes...
Su reloj de bolsillo lo arreglaba del modo siguiente: así como los madrileños rectifican la hora viendo caer la bola del reloj que hay en la torre del Ministerio de la Gobernación, el desdichado monarca ponía su reloj en las doce apenas recibía las bofetadas de ordenanza. De este modo evitaba que un retraso inadvertido le comprometiera.
Pero un día ¡oh dolor! se estropeó una de las ruedas del cronómetro. A su Majestad se le paró el reloj de bolsillo; y cuando el relojero de guardia anunciaba las doce menos cuarto, sonaron dos tremendos cachetes, aplicados sobre los mofletudos carrillos de Su Majestad, enmedio de una espléndida fiesta cortesana.
- ¡No son las doce menos cuarto! -rugió el Monarca.- ¡Son las doce en punto, y esos relojeros, que Dios confunda, así saben de hora como yo de freir espárragos! ¡Que los ahorquen provisionalmente, mientras dispongo el castigo que merecen!
- Señor -exclamó el primer ministro, -¿por un error de quince minutos disponéis la ejecución de dos padres de familia?
- Se puede ser muy buen padre de familia y tocar muy mal el clarinete. Yo los pagaba, no como padres, sino como relojeros... ¡Pena de muerte al que interceda por ellos!
A todo esto, los cortesanos habían oído bofetadas, pero no sabían dónde, y se miraban unos a otros, sin saber quién las dió ni quién las recibiera.
El Rey estaba desesperado y trataba de dulcificar aquel castigo poniéndose una especie de barba de algodón en rama; pero el día en que tal hizo fué doble la ración, y a poco echa las muelas por la boca. Resignóse a sufrir los testarazos a cara descubierta, y gestionar por cuantos medios pudiera el perdón de la vengativa maga.
A todo esto, había en un pueblecillo inmediato un mozalbete de quince años, llamado Toribio, travieso como él solo y entrometido como ninguno, el cual se marchó en busca de fortuna.
Llegó a la corte, en donde tenía un paisano, mozo de cuadra, persona muy influyente en palacio, porque el Rey gustaba de su conversación, y solía bajar a las caballerizas para ver cómo los caballos se espantaban las moscas con la cola.
Allí conoció a Toribio, que tal era el jovenzuelo recién llegado; y cuando se enteró de que a toda costa quería hacerse rico, le propuso con toda reserva que buscase al hada Quejicona, su enemiga, y comprara su perdón a cualquier precio.
¡Que los ahorquen provisionalmente...
Estando en esta conversación, sonaron dos ¡paf! ¡paf! y las mejillas del Rey se colorearon.
- ¡Las doce en punto! -exclamó tristemente.- ¡Tengo el reloj en los carrillos!
Toribio lió el petate en busca de Quejicona, sin saber cómo dar con ella. Preguntó si habla algún mago en la población, e indicáronle uno que, por la cantidad de diez céntimos de peseta, daba las señas y hasta el retrato y pelo de quien se quisiera.
Dióle el mago las señas de la habitación de Quejicona, maga de primera clase, que vivía en una guardilla de una casa vieja sin ascensor, y llegado allí, mientras Quejicona fregaba los platos del cocido, le expuso la conveniencia de que suspendiera el castigo al Monarca.
- Deje usted que se entretenga un poco -exclamó la maga;- así se rascará y tendrá algo que hacer.
Por fin se apiadó del Rey; pero poniendo por condición que había de dar a Toribio por esposo a la princesita mayor, que era una muchacha ideal, sin más defecto que ser un poco coja y algo manca, y que hubiera tenido buenos ojos de no bizcarlos, y una soberbia mata de pelo si no hubiera sido calva como la palma de la mano. En fin, era un partido soberbio.
Accedió el Rey a lo solicitado, y la boda se celebró con mucha pompa. Hizo a Toribio príncipe de Truchimán y señor de inmensos estados, que le producían cincuenta céntimos de peseta diarios para sostener el lujo de su casa.
El hada Quejicona se brindó a ser la madrina. El padrino fué el Rey; pero en el acto de la boda, Quejicona, al oír la primera campanada de las doce, soltó a su compadre dos bofetones de los de barba de pavo, que dejaron al Monarca sin saber en dónde estaba.
...vivía en una guardilla...
- Son mi regalo de boda -dijo,- porque son los últimos que propino al Rey mi señor.
Quedó éste contento con verse libre de aquel solfeo cotidiano, y todos alegres de ver a Toribio hecho un príncipe de lo más tieso que se ha conocido.
 

Claudio

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Ritmo quimérico y grotesco

Hola, foreros. Se me ha ocurrido iniciar este hilo e ir incluyendo en él retazos literarios :scrito: en donde el reloj sea el mayor, o uno de los mayores, protagonista de la historia.

Trocito de "Sonata de invierno", de Valle Inclán, 1905

[...] Fray Ambrosio tosía con un eco cavernoso, y allá en el fondo de la casa continuaba oyéndose el marrullar confuso de la barragana, y en los momentos de silencio el latido de un reloj, como si fuese la pulsación de aquella casa de fraile donde reinaba una vieja rodeada de gatos: ¡Tac-tac! ¡Tac-tac! Era un reloj de pared con el péndulo y las pesas al aire. La tos del fraile, el rosmar* de la vieja, el soliloquio del reloj, me parecía que guardaban un ritmo quimérico y grotesco, aprendido en el clavicordio de alguna bruja melómana [...]
*Palabra inventada por Valle Inclán. No está en ningún Diccionario de la RAE.
 
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danubio

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Trocito de "Sonata de invierno", de Valle Inclán, 1905

[...] Fray Ambrosio tosía con un eco cavernoso, y allá en el fondo de la casa continuaba oyéndose el marrullar confuso de la barragana, y en los momentos de silencio el latido de un reloj, como si fuese la pulsación de aquella casa de fraile donde reinaba una vieja rodeada de gatos: ¡Tac-tac! ¡Tac-tac! Era un reloj de pared con el péndulo y las pesas al aire. La tos del fraile, el rosmar* de la vieja, el soliloquio del reloj, me parecía que guardaban un ritmo quimérico y grotesco, aprendido en el clavicordio de alguna bruja melómana[*Palabra inventada por Valle Inclán. No está en ningún Diccionario de la RAE]



Hola compañero. La palabra "rosmar" no fue inventada por Valle Inclán, "rosmar" es una palabra gallega, que Ramón del Valle utiliza aqui mezclada con el castellano. Aqui la definición del diccionario de la Real Academia Galega:

rosmar v.i. 1. Emitir sons xordos e ásperos [algúns animais], en particular cando están en actitude de defensa. O gato rosmoume porque lle quixen quita-la comida. SIN. fungar, gruñir, roncar. 2. Emitir sons ou palabras incomprensibles en voz baixa, como mostra de enfado ou de protesta. Deixa de rosmar polo baixo e fai o que che mando. SIN. fungar, moumear, refungar, renegar. u SIN. roñar *Diccionario da Real Academia Galega



Traducción:
rosmar. v.i. 1 Emitir sonidos sordos y asperos (algunos animales) en particular cuando están en actitud de defensa. Fungar, gruñir, roncar. 2 Emitir sonidos o palabras incomprensibles en voz baja, como muestra de enfado o protesta.


Un saludo.
 
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Claudio

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Gracias por la explicación. No hacía falta que te molestaras en traducir, puesto que se entiende todo perfectamente. El significado, aunque no lo sabía con certeza, sí que lo intuía; puesto que en mi tierra (Murcia) hay un término parecido, aunque éste sí que está en el Diccionario de la RAE. Me refiero a rosigar:"intr. Ar. y Murc. Murmurar entre dientes, refunfuñar".
 

Claudio

Baneado
Por cierto..., se me ha olvidado decirte antes que busqué esta palabra en textos literarios y sólo encontré dos. ¿Adivinas quién es el autor de ambos? Sí, correcto, Ramón María. Así es que, si no la inventó él, por lo menos a él se debe que adquiriera categoría suficiente como para poder estar en un Diccionario. Otro caso curioso, y de otro escritor gallego, mujer en este caso, Emilia Pardo Bazán, es el siguiente: Se le ocurrió poner un término (clarens), desconocido hasta entonces, en una de sus obras (Insolación) y que, por cierto, no lo he visto escrito en ningún otro sitio, y al poco fue incluido en el Diccionario de la Real Academia Española.
 
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Claudio

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Hola, foreros. Se me ha ocurrido iniciar este hilo e ir incluyendo en él retazos literarios :scrito: en donde el reloj sea el mayor, o uno de los mayores, protagonista de la historia.

Retazo de "Don Gonzalo González de la Gonzalera", de José María de Pereda, 1879:

[...] -La dificultad no está en creer, señor Patricio, sino en tener razón. Yo os he explicado una vez el procedimiento que se usa en ciertas industrias bien dirigidas. Uno hace ruedas, otro tornillos, otro muelles, otro agujas, otro esferas, otro cajas y otro monta el reló, eligiendo lo mejor de cada pieza. De este modo se forma una máquina que marca las horas con una precisión asombrosa. Pero si el de los tornillos, en vez de hacerlos bien, se mete a fiscalizar al que hace ruedas, o el de las ruedas usurpa sus atribuciones al de las cajas, o todos aspiran a montar relojes sin construir buenas piezas, la máquina no se moverá, o andará como cabeza de loco. No es otra cosa una nación [...]
 

Claudio

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Hola, foreros. Se me ha ocurrido iniciar este hilo e ir incluyendo en él retazos literarios :scrito: en donde el reloj sea el mayor, o uno de los mayores, protagonista de la historia.

Aquí va un trozo de "Nadie pase sin hablar al portero, o los viajeros en Vitoria", de Mariano José de Larra, 1833.

[…] Figúrese el lector una sala llena de cofres y maletas, provisiones de comer, barriles de escabeche y botellas, repartidas aquí y allí, como suele verse en las muestras de las lonjas de ultramarinos. ¡Ya se ve!: era la intendencia. Dos monacillos hacían en la antesala con dos voluntarios facciosos el servicio que suelen hacer los porteros de estrado en ciertas casas, y un robusto sacristán, que debía de ser el portero de golpe, los introdujo. Varios carlistas y padres registraban allí las maletas, que no parecía sino que buscaban pecados por entre los pliegues de las camisas, y otros varios viajeros, tan asombrados como los nuestros, se hacían cruces como si vieran al diablo. Allá en un bufete, un padre más reverendo que los demás, comenzó a interrogar a los recién llegados.
- ¿Quién es usted? -le dijo al francés.
Y el francés, callado, que no entendía. Pidiósele entonces el pasaporte.
- ¡Pues!, francés -dijo el padre-. ¿Quién ha dado este pasaporte?
- Su Majestad Luis Felipe, rey de los franceses.
- ¿Quién es ese rey? Nosotros no reconocemos a la Francia, ni a ese don Luis. Por consiguiente, este papel no vale. ¡Mire usted -añadió entre dientes-, si no habrá algún sacerdote en todo París que pueda dar un pasaporte, y no que nos vienen con papeles mojados! ¿A qué viene usted?
- A estudiar este hermoso país -contestó el francés con aquella afabilidad tan natural en el que está debajo.
- ¿A estudiar, eh? Apunte usted, secretario; estas gentes vienen a estudiar; me parece que los enviaremos al tribunal de Logroño... ¿Qué trae usted en la maleta? Libros... pues... Recherches sur... al sur ¿eh? Este Recherches será algún autor de máximas; algún herejote. Vayan los libros a la lumbre. ¿Qué más? ¡Ah!, una partida de relojes: a ver... London... ése será el nombre del autor. ¿Qué es esto?
- Relojes para un amigo relojero que tengo en Madrid.
- De comiso -dijo el padre, y al decir de comiso, cada circunstante cogió un reló, y metióselo en la faltriquera. Es fama que hubo alguno que adelantó la hora del suyo para que llegara más pronto la del refectorio.
- Pero, señor -dijo el francés-, yo no los traía para usted...
- Pues nosotros los tomamos para nosotros.
- ¿Está prohibido en España el saber la hora que es? -preguntó el francés al español.
- Calle -dijo el padre-, si no quiere que se le exorcice -y aquí le echó la bendición por si acaso. Aturdido estaba el francés, y más aturdido el español […]
 

danubio

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La de Mariano José de Larra es quizá de las que mas me gustan de todas las que has puesto. Plasma muy bien la realidad:rules:

Saludos.
 

Claudio

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Hacer el oso

Hola, foreros. Se me ha ocurrido iniciar este hilo e ir incluyendo en él retazos literarios :scrito: en donde el reloj sea el mayor, o uno de los mayores, protagonista de la historia.

Aquí va una de la "Fábulas en verso originales" de Concepción Arenal, titulada "El oso y el reló", de 1851.

Solía un piamontés
Dar lecciones a un gran oso,
Que por torpe o perezoso
Danzaba mal en dos pies.
Aunque fácil la lección,
Harto poco adelantaba,
Y el hombre ya se cansaba
De tanta repetición.
Díjole: "Voy a salir,
Tu entre tanto bailarás,
Y si no adelantas más
A palos te habré de hundir."
Compasión el oso implora
Pero el maestro implacable
Da por plazo improrrogable
Para aprender una hora.
Sujeta bien la cadena,
Renuévale la promesa,
Va después junto a una mesa,
Da vuelta a un reló de arena
Diciendo: "Aquí está, ¿le ves?
No te dejo hueso sano
Si al caer el postrer grano,
Lo haces mal; hasta después."
Y apenas hubo salido
Recapacitando el oso
Concibió un plan ingenioso
Y ejecutólo atrevido:
"La arena, según reparo,
Llévase el tiempo al caer;
Si la logro detener
No corre el tiempo, esto es claro
.
¡Gran idea!, de este modo
Ahora descanso un poquito,
Luego la danza ejercito;
Así hay tiempo para todo."
Puso el deseo por obra
Diestro inclinando el reló,
Y a descansar se acostó
Sin inquietud ni zozobra.
Durmióse, era natural,
Hasta que, oyendo la puerta,
Asustado se despierta
Y tiembla el pobre animal.
Viendo a su maestro entrar,
Mientras la ropa mudaba,
Puso el reló como estaba
Y él, como siempre, a bailar.
"¡Pues adelantas bastante!
-Díjole fuera de sí
El amo-; ¿qué has hecho, di,
Mientra falté yo, tunante?"
"Pero, señor, no es la hora..."
"El reló de posición
Cambiaste; ¡mira el bribón
Con lo que nos sale ahora!
¿A tu inteligencia escasa
Parecióle idea buena
Decir que cuando la arena
No cae, el tiempo no pasa?"
Y enarbolando el bastón
Con increíble presteza,
Diole, de pies a cabeza,
El premio de su invención.
De este animal la ignorancia
Sin quererlo nos recuerda,
No más ingeniosa y cuerda,
Común una extravagancia.
Entiéndese vulgarmente
Por el quitarse los años
Cuando del tiempo los daños
Tales restas no consiente.
¿Habrá mayor idiotismo,
Ni habrá pretensión más rara
Que, no cambiando la cara,
Negar la fe de bautismo?
No agreguéis a la vejez,
Viejos de incógnita fecha,
Un mal de vuestra cosecha
Cual es la ridiculez.
De vuestra fama en perjuicio
No diga la razón dura
Que perdéis en hermosura
Sin haber ganado en juicio.
De ese trabajo penoso
Dejad la dura faena,
Y dejad caer la arena
O dirán que hacéis el oso.
 
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danubio

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O dirán que hacéis el oso.

Sabia composición. Aunque creo que habría que premiar al oso por habérsele ocurrido dar la vuelta al reloj. :he:

Saludos y gracias :eek:
 

Claudio

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Reló de oro pa' dentrar

Hola, foreros. Se me ha ocurrido iniciar este hilo e ir incluyendo en él retazos literarios :scrito: en donde el reloj sea el mayor, o uno de los mayores, protagonista de la historia.

Retazo de la obra "El gaucho Florido. La novela de la estancia cimarrona y del gaucho crudo”, de Carlos Reyles, 1932.

[…]- Y vos, ¿qué te vas a comprar esta güelta? -le preguntó Florido al negro.
Éste reflexionó breves instantes y respondió:
- ¿Yo?..., otro reló.
- ¿Y pa' qué querés dos reló?
Juan repuso gravemente:
- Pa' alternar en la sociedá.
Sus tres compañeros se echaron a reír como si les hicieran cosquillas. Florido, pegándole un amistoso manotazo que casi lo tumba, exclamó:
- ¡Negro bárbaro! Pa' eso con uno tenés de sobra.
- Despasito por las piedras -replicó el negro riendo también y accionando con las manos abiertas y tiesas como pantallas-, antes de condenar el jues escucha. Oigamén y vean si rumbeo o no rumbeo. Cuando un pobre negro como yo va bien empilchau y tiene reló de plata tuito el mundo le da el don, aunque al llegar a los ranchos lo inviten a pasar a la cosina y no a la sala por el aquel de que es negro. Pero si está entre los mirones en la puerta de un bailongo y pela, como quien no quiere la cosa, reló de oro, las chinas se le vienen como moscas al dulce y le disen que dentre. Yo quiero tener dos reló, uno, el de plata, pa' mirar la hora, y el de oro pa' dentrar. Tengo entendido que el presumir no es pecau.
Florido, Zabana, Mansilla y Viraqué lo manotearon y sacudieron en señal de aplauso, mientras Juan de Dios reía orgulloso de sentirse tan bárbaro.
- ¿Y vos, Viraqué, qué te vas a comprar?
- No tengo hecha mi elesión tuavía. Dispués que cobre veré. Quisiera no comprar nada y amontonar riales, porque ya voy pa' los cuarenta. Siempre me digo lo mesmo, hay que juntar, y güelvo sin un cobre […]
 

Claudio

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Isleño bienamañado que es un gusto

Hola, foreros. Se me ha ocurrido iniciar este hilo e ir incluyendo en él retazos literarios :scrito: en donde el reloj sea el mayor, o uno de los mayores, protagonista de la historia. A ser posible iré escogiendo aquellas escenas o partes o... lo que sea, que tengan algún matiz humorístico :party:, gracioso :smile: o ingenioso :yipi:, al menos...

"De cuando Pepe Monagas le arregló a uno de Agüimes un reloj de un soplido"
(De “Los cuentos famosos de Pepe Monagas”, Francisco Guerra Navarro, 1941-1961.)

Todo isleño que no sea taita del todo es "bienamañado". No habría que estar majaderiando en que bienamañado es aquel que, a más de la técnica de su oficio particular, conoce y practica, por intuición y afición, una serie de técnicas de especialización ajena. Es claro que en el bienamañamiento del isleño, como en todo, hay una escala de valores. Está el isleño medio bien amañado, está el isleño bienamañado y está el isleño bienamañado que es un gusto. El primero sabe arreglar los plomos, enderezar una pestillera, ponerle un par de tirillas a una persiana, etc. El de enmedio puede hacer un tresillo con cajones, poner unas inyecciones tan bien como Bonilla, estrellar macetas de cemento con tapas de botellas. Y en fin, el último puede hacer una radio de cuatro lámparas que coge Tenerife, una jaula para una calandria igual a la casa de los Picos, una trampa de las que hacen correr los contadores de la luz para atrás, y eso. Este tercero roza casi el genio.
Ni qué decir que Monagas era un isleño de los bien amañados que es un gusto. Pero él se había "especializado" en platería y relojería. Sabía convertir una peseta en una alianza más sentimental que "Sor Angélica", y un duro en un anillo de matón, de esos que tienen un sello ancho a todo lo largo del metacarpo del anular, y que tienen una trompada como la patada de un mulo. Y sabía desarmar y armar un reloj. Y si a mano viene, dejarlo andando con dos o tres piezas de menos.
Cierta vez se dejó caer por su casa, después del almuerzo, un cristiano de Agüimes, conocido por Usebito Betún del Káiser, a causa de poseer un bigote como de verguillas y más negro que un mirlo. Usted tiene que conocerlo. Él casó por dos veces, la segunda con una entená de un tal Arboniés, que tenía unos portones y eso por Molinos de Viento... Que Usebito tenía un tienducho en el Risco, hombre, cerca del Pilar... Bueno. Traía el hombre, que era gorrón, como un prestamista, un reloj desconchabado, el cual, de aquí para allí, se le paró en las doce y media y cinco, al momento de despacharle media libra de aceitunas de pa fuera a una chica. Alegaba que le saltó salmuera al chaleco y por mor de esa agua se atrabancó la máquina.
Monagas lo cogió con una importancia de cirujano ante una apendicitis supurada. Era un reloj cubano. "Cuervo y Sobrinos. -Roskof Patent", con un golpe de segundero de tartana en empredrado, pero duro y sano, como un viejo de cumbre. Y en efecto, sobre la caja redonda de celuloide que lo protegía, se perfilaba un lamparón como el de un chaleco de luto, indudablemente de la salmuera. Con una puntilla lo abrió, meticuloso. Lo examinó con una atención teatral. Le metió un alfiler de cabeza negra y lo hurgó un poco.
De pronto, Monagas largó las herramientas, puso ante su boca la máquina y le dio un concentrado soplido.
- Tranc - tranc, tranc - tranc, tranc - tranc... -se echó a caminar el caballo. Monagas lo entregó despreocupado e importante. La operación había durado tres minutos. Y Usebito se quedó privado.
- Güeno, Pepito... Estooo... Yo creí, estooo, que estaba pior...
- Pa oliarlo, no. Pero, pero pa ventosas... Oh, ya usté lo ha visto.
- ¡Je, je...! Sí... Güeno, Dios se lo pague.
- Pero oiga... -lo atajó Monagas, sintiéndolo atorrarse-. ¿El reloj es suyo o de Dios?
- Güeno... perooo... ¿por soplá tamién cobra?
- Parao vino. Y se le puso su ventooosa.
- ¡Lo primero que ha visto, usté...!
- ¿Sí? -se le encaró Monagas-. ¡Pos aprenda a soplá!
 
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Claudio

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Relox de príncipes

Hola, foreros. Se me ha ocurrido iniciar este hilo e ir incluyendo en él retazos literarios :scrito: en donde el reloj sea el mayor, o uno de los mayores, protagonista de la historia.

A continuación va un trozo de "Relox de príncipes", de Fray Antonio de Guevara, 1529.

La quinta cosa que comúnmente en el mundo se aceptó fueron los reloxes, de los quales carecieron muchos tiempos los romanos, porque, según dize Plinio y Marco Varro, quinientos y noventa y cinco años estuvieron en Roma sin ellos. Los curiosos historiadores tres maneras ponen de reloxes que tuvieron los antiguos, es a saber: relox de horas, relox del sol y relox de agua. El relox del sol inventó Aneximénides Mileto, discípulo que fue del gran Animandro; el relox de agua inventó Scipión Nasica; y el relox de horas inventó un discípulo de Thales el philósopho. De todas las antigüedades que se truxeron a Roma ninguna a los romanos les fue tan grata como fueron los reloxes, con los quales medían por horas al día, porque de antes ni sabían dezir "a las siete nos levantaremos", "a las diez comeremos", "a las doze nos veremos", "a la una nos partiremos", "a las tres negociaremos", sino solamente dezían "después que saliere el sol haremos esto" y "antes que se ponga haremos esto otro".
La ocasión de contar estas cinco antigüedades en este preámbulo no ha sido sino por dar cuenta qué fue mi fin de llamar Relox de príncipes a este mi libro, porque siendo como es la denominación del libro tan nueva, razón sería que la doctrina fuesse muy estimada. No quiera Dios que ose yo dezir que han estado en España tanto tiempo sin reloxes de doctrina quanto estuvieron en Roma sin reloxes del sol y de agua, porque en España siempre uvo varones muy doctos en la sciencia y hombres muy estremados para la guerra. Con mucha razón y con gran ocasión son de loar los príncipes de España, los cavalleros de España, los pueblos de España, los ingenios de España, los coraçones de España, los ayres de España, las aguas de España y la fertilidad de España; mas, junto con esto, maldigo y reniego de muchos vulgares libros que ay en España, los quales como unos reloxes quebrados merescían echarse en el fuego para ser otra vez hundidos. No sin causa digo que muchos libros merescían ser rotos o quemados, porque ya tan sin vergüença y tan sin conciencia se componen oy libros de amores del mundo como si enseñassen a menospreciar el mundo. Compassión es de ver los días y las noches que consumen muchos en leer libros vanos, es a saber: a Amadís, a Primaleón, a Duarte, a Lucenda, a Calixto, con la doctrina de los quales osaré dezir que no passan tiempo, sino que pierden el tiempo, porque allí no deprenden cómo se han de apartar de los vicios, sino qué primores ternán para ser más viciosos. Este Relox de príncipes no es de arena, ni es de sol, ni es de horas, ni es de agua, sino es relox de vida, porque los otros reloxes sirven para saber qué hora es de noche y qué hora es de día, mas éste nos enseña cómo nos hemos de ocupar cada hora y cómo hemos de ordenar la vida. El fin de tener reloxes es por ordenar las repúblicas, mas este Relox de príncipes enséñanos a mejorar las vidas, porque muy poco aprovecha que estén muy concertados los reloxes y que anden en bandos y dissensiones los vezinos.
 

PattonClock

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Saludos y aportación

Buenas a todos, soy nuevo en el foro. Aficionado a la relojería y también a la literatura, así que no he hallado mejor manera de presentarme que colgando este maravilloso cuento de Giovanni Papini, que además es una hermosa metáfora de la condición humana. Saludos a todos!!


"Hay en una de las paredes de mi cuarto un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas detenidas casi desde siempre, señalan imperturbables las mima hora: las siete en punto.

Casi todo el tiempo, el reloj es solo un inútil adorno de una blanquecina pared.

Sin embargo hay dos momentos en el día, dos fugaces instantes en el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fénix. Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares marcan las 7 y los cu-cu y los gong de las demás máquinas hacen sonar por 7 veces su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida.

Dos veces al día, a la mañana y a la noche, el reloj se siente en absoluta armonía con el resto del universo. Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diría que funciona a la perfección...

Pero pasado ese instante, cuando los otros relojes han acallado su canto y las manecillas siguen sus monótonos caminos, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que alguna vez detuvo su andar.
Y yo amo ese reloj y cuanto más hablo de él, más lo amo, porque cada vez me siento más parecido a él. También yo estoy parado en un tiempo, también yo me siento clavado e inmóvil, también yo soy de alguna manera un adorno inútil en una pared vacía.

Pero tengo también fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora. Durante esos tiempos, yo me siento vivo. Todo está claro y el mundo se transforma en maravilloso. Yo puedo crear, soñar, volar, decir y sentir más cosas en esos instantes que en todos los otros momentos. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.

La primera vez que lo sentí, trate de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo durar para siempre. Pero no fue así. Como a mi amigo el reloj, también a mi se me escapa el tiempo de los otros.

... Pasados estos momentos, los otros relojes que anidan en otros hombres, continúan su giro y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estática, a mi trabajo, a mis charlas de café, a mi aburrido andar que acostumbro a llamar vida.
Pero yo sé que la vida es otra cosa.

Yo sé que la vida, la vida de verdad es la suma de aquellos momentos que aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonía con el universo. Casi todo el mundo, pobre, cree que vive. Solo hay momentos de plenitud y aquellos que no lo sepan e insistan en querer vivir siempre, quedaran condenados al mundo del gris y repetitivo andar de la cotidianidad.

Por esto te amo, viejo reloj, porque somos la misma cosa, tú y yo."
 

Claudio

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Meditación ante un viejo reloj

Hola, foreros. Se me ha ocurrido iniciar este hilo e ir incluyendo en él retazos literarios :scrito: en donde el reloj sea el mayor, o uno de los mayores, protagonista de la historia...

:scrito:Artículo periodístico publicado en el diario La Vanguardia de 4 de noviembre de 1950:scrito:

<a href='http://hemeroteca.lavanguardia.es/preview/1950/11/04/pagina-4/32813112/pdf.html'><img src='http://img8.imageshack.us/img8/2693/meditacincela.jpg' border='0' alt='Meditación ante un viejo reloj -Camilo José Cela- 1950'/></a>​
 

Claudio

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Para lo que sirve un reloj o una pluma cuando no se tiene plata

[…] A mediados de ese año, poco después de Fiestas Patrias, Cuéllar entró a trabajar en la fábrica de su viejo: ahora se corregirá, decían, se volverá un muchacho formal. Pero no fue así, al contrario. Salía de la oficina a las seis y a las siete estaba ya en Miraflores y a las siete y media en "El Chasqui", acodado en el mostrador, tomando (una "Cristal" chica, un capitán) y esperando que llegara algún conocido para jugar cacho. Se anochecía ahí, entre dados, ceniceros repletos de puchos, timberos y botellas de cerveza helada, y remataba las noches viendo un show, en cabarets de mala muerte (el "Nacional", el "Pingüino", el "Olímpico", el "Turbillón") o, si andaba muca, acabándose de emborrachar en antros de lo peor, donde podía dejar en prenda su pluma Parker, su reloj Omega, su esclava de oro (cantinas de Surquillo o del Porvenir), y algunas mañanas se lo veía rasguñado, un ojo negro, una mano vendada: se perdió, decíamos, […]

["Los cachorros", Mario Vargas Llosa, 1967]
 

Claudio

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Epigramatario relojeril

Este "aporte" lo dedicaré a poner frases con cierta "chispa" o, como define el Diccionario de la Real Academia Española el epigrama: "Pensamiento de cualquier género, expresado con brevedad y agudeza". Pero con el reloj como protagonista.
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-Había en su cerebro un rebullicio como el de los relojes de pared momentos antes de dar la hora. (B. Pérez Galdós, 1884.)

-La alegría no es una cosa a la cual se da cuerda, como a los relojes. (B. P. Galdós, 1894.)

-[...] le mostramos relojes y calendarios, que no pueden mentir porque se relacionan con el desplazamiento de los astros. (Enrique Anderson Imbert, 1969.)

-[...] los relojes es gente dadivosa y hasta en ellos me parece y suena bien el dar, y más por ser a todas horas. (Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, 1620.)

-En vez de corazón tienes esta saboneta -dice Espina señalando a una de forma cordial-, toda incrustada de granates, y cuyo tic-tac imita el latido. (Emilia Pardo Bazán, 1905.)

-Y no se sabe a qué hora terminamos de hablar con León Pacheco, pues cuando charlamos los relojes caminan más ligero. (Miguel Ángel Asturias, 1925.)

-El tictac de mis relojes me despierta los sentidos más que el viento en los desfiladeros... (Carmen Laforet, 1945.)

-A intervalos se oye la voz del..., y el eco de dos relojes viejos que cuentan el tiempo sin equivocarse. (M. A. Asturias)

-Las campanadas de los relojes en la noche son las voces del silencio que se queja... (Teresa de la Parra, 1924.)

-Aunque de esto no te culpo, que todas las mujeres sois como relojes de sol, que en faltando no sirven, y con cualquiera fingida luz muestran sus números. (Lope de Vega, 1598.)

-Esta llavecita de oro que cae con elegante descuido del bolsillo es la del reloj. Con cuánta gracia añade Sarmiento agudezas a su comentario: "Si quiere estudiar las transformaciones que el reloj ha experimentado desde su invención hasta nuestros días, pida usted la hora a cuantos yankees encuentre. Verá usted relojes fósiles, relojes mastodontes, relojes fantasmas, relojes guarida de sabandijas, relojes de tres pisos, inflados, con puente levadizo y escalera secreta para descender con linterna a darles cuerda". (Rafael Alberti)

-Y el colmo fue cuando a mi reloj de pulsera Alfonso le dio un tic nervioso, perdió la memoria y se le olvidó recordarme la hora de ir al cine. (Fernando del Paso, 1977.)

-Los agentes y relojes son tan críticas alhajas, que si no se les da cuerda, todos los días se paran. (Ramón de la Cruz, 1762.)

-El reloj del comedor -un ojo de buey- estaba pálido de desmayo, porque los relojes de comedor comen de ver comer. (Ramón Gómez de la Serna, 1948.)

-En todos los agujeros de la calle han aparecido cabezas, con un efecto de reloj de cuco. (Ernesto Giménez Caballero, "Notas marruecas de un soldado", 1923.)

-La edad del buen hidalgo, según la cuenta que hacía cuando de ésto se trataba, era una cifra tan imposible de averiguar como la hora de un reloj descompuesto, cuyas manecillas se obstinaran en no moverse. (B. Pérez Galdós, "Tristana", 1892.)

-Era esta señora entremetida como el ruido, curiosa como la luz, e inoportuna como un reloj descompuesto. (Fernán Caballero, "Clemencia", 1852.)

-[...] y suenan tus palabras remotas dentro de mí, con esa intensidad quimérica de un reloj descompuesto que da horas y horas en una cámara destartalada... (Ramón López Velarde, "La sangre devota", 1916.)

-Las citas de amor, como los relojeros, no tienen hora fija. (Enrique Jardiel Poncela, "Amor se escribe sin hache", 1929-33.)

-En la pared cercana había un reloj parado desde hace cincuenta años, su máquina era el cuartel general de las arañas, y sus enormes pesas de plomo, caídas con estrépito hace veinticinco mil noches, habían roto un taburete, un cántaro, un Niño Jesús, y yacían en el suelo inmóviles con la majestad de dos aerolitos. (Benito Pérez Galdós, "La sombra", 1870.)

-[...] propósito, aunque no claro, y conciencia, aunque no siempre alerta, hay absolutamente en todo uso del idioma, y por consiguiente en los relojeros que dan cuerda a su historia, que son sus hablantes. (Amado Alonso, "Estudios lingüísticos. Temas hispanoamericanos", 1976.)

-Tenía él mismo en su aposento muchos relojes, y como un día diesen dos o tres a la par, dijo: "Muchos contadores son éstos para tan poco caudal de vida." (Juan Rufo, "Las seiscientas apotegmas", 1596.)

-Mucho temo que Luis Mena
su poco sentido pierda,
está inventando una cuerda
para relojes de arena
.
(Aquiles J. Echeverría “Poesías”, 1889-1909)

-[...] Allá, al fondo, se veía la torre cuadrada de Gobernación, con sus relojes todavía encendidos, como pupilas vigilantes [..] (Alberto Insúa, "El negro que tenía el alma blanca, 1922.)
 
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