La restauración del reloj de Fuencarral ha supuesto un importante trabajo, en el que destacan dos partes fundamentales: de un lado, la reconstrucción de piezas perdidas o deterioradas, como gran parte del tren de la sonería de cuartos. De otra, la necesidad de adaptarlo a las necesidades actuales, con la incorporación de un sistema de remontaje automático, que evite la servidumbre de tener que darle cuerda de continuo, principal causa del estado de paro de gran parte de los relojes públicos en la actualidad.
El 19 de abril de 1999 se produjo esta auténtica resurrección del reloj que había sido juzgada prácticamente imposible por numerosos relojeros y empresas que descartaron su intervención en la restauración, dadas las dificultades que ofrecía, y que iban, desde la necesidad de una reubicación de la máquina, con los problemas añadidos, de cambios de transmisiones, etc. a la reconstrucción de algunas ruedas y piñones, pasando por la restauración de otras, que habían perdido algunos de sus dientes a lo largo de la historia, o la exigencia de un remontaje automático que liberase de la servidumbre de dar la cuerda a diario, aunque no, lógicamente, de la necesidad de un cuidadoso mantenimiento.
Como decíamos, tras la observación del estado del reloj, varios reparadores, declinaron la posibilidad de presentarse al concurso convocado al efecto, concurriendo a él finalmente la marca relojera Junghans, y encargando el trabajo al maestro relojero Pedro Izquierdo.
Tras un trabajo de casi un año de duración, se han restaurado todas las piezas antiguas del reloj que lo admitían, destacando la reconstrucción de varios dientes en las ruedas imperiales, y se han fabricado casquillos, ruedas y piñones que habían desaparecido, sobre todo en el tren de sonería de los cuartos. Al tiempo, se limpió, grató y pulió todo el conjunto de la bancada, soporte, palancas, sierras, ejes, etc. hasta obtener el resultado final que se ve en estas fotografías:
Vista del reloj en su estado original antes de la restauración
Vista general del reloj una vez concluida su restauración
El reloj de Fuencarral
Hace ya más de un siglo que el reloj de Fuencarral controla el tiempo desde que fuera ubicado en el torreón del viejo Ayuntamiento, hoy Centro Cultural Valverde. Antes reguló las horas del pueblo el reloj del convento de Nuestra Señora de Valverde. Antaño quedan los días en que los alguaciles y serenos cantaban las horas de la noches a son de campana hasta que los primeros carros partían hacia la capital para vender las hortalizas de la temporada.
El reloj de cuerda y polea es un símbolo para los vecinos, un faro en la meseta que en otro tiempo guió a pastores y campesinos en el vivir cotidiano, cuando las agujas de su esfera eran referencia desde las viñas y las huertas. Obligado es recordar al alcalde que hizo realidad el deseo, don Mariano García y García, quien encargó el reloj de torre a la firma Girod en el año 1895. Bajo su mandato fue puesto en marcha para ser testigo de los acontecimientos.
Más de cien años han pasado desde entonces, un millón de horas que fueron gastando los entresijos del reloj hasta pararlo. Su restauración ha sido, por consiguiente, tarea prioritaria para el Ayuntamiento de Madrid, conscientes de que era necesario recuperar esta obra de arte funcional del a última década del sigo XIX.
El reloj de Fuencarral no es sólo una máquina del tiempo, sino también un elemento romántico en la era de las nuevas tecnologías. La cuerda de mano ha sido sustituida por el mecanismo automático, acorde a la necesidad del momento, pero su estructura de hierro y las piezas de bronce conservan la originalidad gracias al trabajo del maestro relojero Pedro Izquierdo.
El Madrid de hoy, abierto como siempre a la cultura universal, detiene su tiempo para que los engranajes del reloj de Fuencarral se sumen al impulso de la Villa y Corte hacia los caminos de Europa. Una vez más, la intrahistoria cobra protagonismo en la infinita rueda de la historia.
José Mª Álvarez del Manzano y López del Hierro
Alcade de Madrid
Tren de levas restaurado y listo para su montaje final
El reloj afortunado
Y vuelvo a estar sorprendido ante una decisión oficial que afecta a la relojería pública de nuestro querido Madrid. Pero esta vez, y ojalá sirva de precedente, sorprendido gratamente. Me refiero a la restauración del reloj del antiguo Ayuntamiento de Fuencarral, hoy Centro Cultural Valverde, que confiando a un auténtico relojero como es Pedro Izquierdo, relojero porque sabe, entiende y, sobre todo, ama la relojería, ha vuelto a marcar con sus campanas la hora de su antes pueblo, ahora barrio.
Y es de justicia felicitar a los responsables de esta decisión, Alcalde y concejalía, gracias a la cual en un tiempo record han podido devolver a la ciudadanía madrileña una de sus señas de identidad. Por cierto, sin necesidad de observador foráneo alguno, suizo o de otro origen, contando con el esfuerzo, la sabiduría y el ingenio de los profesionales de la propia capital, resolviendo los problemas con soluciones propias, originales y sencillas, que permitirán el continuo funcionamiento del reloj, sin servidumbre de carga manual, de modo que, aun sometido a la continua supervisión de los profesionales, gano notablemente en autonomía y reserva de marcha, sin servidumbres de carga manual bajo responsabilidad de otro que no sea el relojero. Magnífico ejemplo de combinación de tecnología antigua y moderna, clásica y actual, que demuestra la eterna vivacidad de la relojería.
“En hora buena”, pues, a los responsables de la decisión, y sobre todo, al equipo artífice de esta estupenda obra, encabezado por el siempre entusiasta Pedro Izquierdo, que vuelve a demostrar cómo es posible mantener el pabellón de la relojería monumental española tan alta como las torres sobre las que estas venerables piezas se ubican. Sin injerencias extrañas, sin capitalizaciones políticas como en otros desgraciados casos que todos recordamos, con profesionalidad iniciativa, eficacia y tesón, nuestros relojeros son capaces de lo mejor, y ésta es la mejor noticia que podríamos recibir. Este buen reloj, otro buen reloj, es afortunado por tener un buen relojero. Y nosotros por disfrutar de su trabajo.
Carlos Ortiz Rodrigo
editor de NEXOTIME
Pedro Izquierdo (derecha) con el grupo de colaboradores
El 19 de abril de 1999 se produjo esta auténtica resurrección del reloj que había sido juzgada prácticamente imposible por numerosos relojeros y empresas que descartaron su intervención en la restauración, dadas las dificultades que ofrecía, y que iban, desde la necesidad de una reubicación de la máquina, con los problemas añadidos, de cambios de transmisiones, etc. a la reconstrucción de algunas ruedas y piñones, pasando por la restauración de otras, que habían perdido algunos de sus dientes a lo largo de la historia, o la exigencia de un remontaje automático que liberase de la servidumbre de dar la cuerda a diario, aunque no, lógicamente, de la necesidad de un cuidadoso mantenimiento.
Como decíamos, tras la observación del estado del reloj, varios reparadores, declinaron la posibilidad de presentarse al concurso convocado al efecto, concurriendo a él finalmente la marca relojera Junghans, y encargando el trabajo al maestro relojero Pedro Izquierdo.
Tras un trabajo de casi un año de duración, se han restaurado todas las piezas antiguas del reloj que lo admitían, destacando la reconstrucción de varios dientes en las ruedas imperiales, y se han fabricado casquillos, ruedas y piñones que habían desaparecido, sobre todo en el tren de sonería de los cuartos. Al tiempo, se limpió, grató y pulió todo el conjunto de la bancada, soporte, palancas, sierras, ejes, etc. hasta obtener el resultado final que se ve en estas fotografías:
Vista del reloj en su estado original antes de la restauración
Vista general del reloj una vez concluida su restauración
El reloj de Fuencarral
Hace ya más de un siglo que el reloj de Fuencarral controla el tiempo desde que fuera ubicado en el torreón del viejo Ayuntamiento, hoy Centro Cultural Valverde. Antes reguló las horas del pueblo el reloj del convento de Nuestra Señora de Valverde. Antaño quedan los días en que los alguaciles y serenos cantaban las horas de la noches a son de campana hasta que los primeros carros partían hacia la capital para vender las hortalizas de la temporada.
El reloj de cuerda y polea es un símbolo para los vecinos, un faro en la meseta que en otro tiempo guió a pastores y campesinos en el vivir cotidiano, cuando las agujas de su esfera eran referencia desde las viñas y las huertas. Obligado es recordar al alcalde que hizo realidad el deseo, don Mariano García y García, quien encargó el reloj de torre a la firma Girod en el año 1895. Bajo su mandato fue puesto en marcha para ser testigo de los acontecimientos.
Más de cien años han pasado desde entonces, un millón de horas que fueron gastando los entresijos del reloj hasta pararlo. Su restauración ha sido, por consiguiente, tarea prioritaria para el Ayuntamiento de Madrid, conscientes de que era necesario recuperar esta obra de arte funcional del a última década del sigo XIX.
El reloj de Fuencarral no es sólo una máquina del tiempo, sino también un elemento romántico en la era de las nuevas tecnologías. La cuerda de mano ha sido sustituida por el mecanismo automático, acorde a la necesidad del momento, pero su estructura de hierro y las piezas de bronce conservan la originalidad gracias al trabajo del maestro relojero Pedro Izquierdo.
El Madrid de hoy, abierto como siempre a la cultura universal, detiene su tiempo para que los engranajes del reloj de Fuencarral se sumen al impulso de la Villa y Corte hacia los caminos de Europa. Una vez más, la intrahistoria cobra protagonismo en la infinita rueda de la historia.
José Mª Álvarez del Manzano y López del Hierro
Alcade de Madrid
Tren de levas restaurado y listo para su montaje final
El reloj afortunado
Y vuelvo a estar sorprendido ante una decisión oficial que afecta a la relojería pública de nuestro querido Madrid. Pero esta vez, y ojalá sirva de precedente, sorprendido gratamente. Me refiero a la restauración del reloj del antiguo Ayuntamiento de Fuencarral, hoy Centro Cultural Valverde, que confiando a un auténtico relojero como es Pedro Izquierdo, relojero porque sabe, entiende y, sobre todo, ama la relojería, ha vuelto a marcar con sus campanas la hora de su antes pueblo, ahora barrio.
Y es de justicia felicitar a los responsables de esta decisión, Alcalde y concejalía, gracias a la cual en un tiempo record han podido devolver a la ciudadanía madrileña una de sus señas de identidad. Por cierto, sin necesidad de observador foráneo alguno, suizo o de otro origen, contando con el esfuerzo, la sabiduría y el ingenio de los profesionales de la propia capital, resolviendo los problemas con soluciones propias, originales y sencillas, que permitirán el continuo funcionamiento del reloj, sin servidumbre de carga manual, de modo que, aun sometido a la continua supervisión de los profesionales, gano notablemente en autonomía y reserva de marcha, sin servidumbres de carga manual bajo responsabilidad de otro que no sea el relojero. Magnífico ejemplo de combinación de tecnología antigua y moderna, clásica y actual, que demuestra la eterna vivacidad de la relojería.
“En hora buena”, pues, a los responsables de la decisión, y sobre todo, al equipo artífice de esta estupenda obra, encabezado por el siempre entusiasta Pedro Izquierdo, que vuelve a demostrar cómo es posible mantener el pabellón de la relojería monumental española tan alta como las torres sobre las que estas venerables piezas se ubican. Sin injerencias extrañas, sin capitalizaciones políticas como en otros desgraciados casos que todos recordamos, con profesionalidad iniciativa, eficacia y tesón, nuestros relojeros son capaces de lo mejor, y ésta es la mejor noticia que podríamos recibir. Este buen reloj, otro buen reloj, es afortunado por tener un buen relojero. Y nosotros por disfrutar de su trabajo.
Carlos Ortiz Rodrigo
editor de NEXOTIME
Pedro Izquierdo (derecha) con el grupo de colaboradores