Unas fotos de la feria, este año nos reunimos una docena a disfrutar de un día soleado, y de una buena comida, lo cierto es que me falto tiempo entre, localizar a los que se perdieron, y se olvidaron de cargar el teléfono, el día anterior, o se extraviaron en camino, hacer la visita al museo, y saludar a más de un conocido, a entre ellos A Aniceto el que tuvo la gentileza de mostrarnos sus relojes Pita, por lo que les pregunte y sobre todo por el modelo Molino con diamantes negros, uno del grupo se interesó y pregunto cuanto valía, y pita nos dijo que en España no hay tradición relojera, al tiempo que nos dijo el precio 23.000 €, y como anécdota el compañero le dijo pues solo llevo 20,000 € encima, y aunque de los comensales ninguno nos llamamos, Paco nos llamaron, Pacome, y ya lo dice el dicho, A la taula al llit al primer crit, aun así pude hacer algunas fotos a última hora.
Vista general de la feria.
Una de las paradas de las paradas de las que más suelo disfrutar.
Aquí una de las paradas más longevas de la feria, con la coincidida en mis años de vendedor con la mesa de camping, y manta en el suelo con mi gorra amarilla con ventilador incorporado, sufriendo el imparable sol, en la coronilla, y como no con mis fiambreras, llenas de muralla, años tras años, pude deshacerme de los restos de un naufragio.
Tras la visita a la feria y tomar unos refresco con los rezagados nos dirigimos, al Museo donde pregunte por Juan Fernández, mi tocayo y me dieron la trágica noticia de que había muerto, y es que el Dios Cronos no respeta la vida ni de sus colaboradores del tiempo, y yo que le iba a hacer entrega del borrador de mi libro, y recordarle lo que me dijo el día que nos conocimos en una de mis exposiciones, cuando le pedí trasladar dicha exposición a la feria y me emplazo para dentro de 25 años, y es que en su día no caí que es una feria de antigüedades, eso si me abrió la puesta para poder vender mi muralla, por lo que hice entregarle al Sr. Pera sel borrador, recordándole que algunos de mis relojes ya cumplieron 23 años, peor que tan solo disponía de fotos de los mismos.
Reloj misterioso, reloj de bodas, reloj de sol, reloj en cuadro.
Maquinaria y relojes antiguos pero vigente hoy en día en muchos de nuestros talleres, de relojería.
Despacho del relojero.
Replica de reloj misterio del 1880
Este es un reloj que no supe identificar, y con las prisas con el Pacome no me dio tiempo a informarme.
Deduzco por su interruptor de mercurio que podría ser un reloj del tipo de escalera.
Eso es todo amigos, espero lo hayan disfrutado tanto como yo.
El canario del relojero, según nos contaron en el Museo, el este es el Canario de un relojero, un amigo del relojero en sus largas jornadas, y el cual grabo su canto, y tras la muerte del canario lo diseco, y creo este reloj, con sus trinos y movimiento del canario, y aun después de muerto el canario hizo compañía al relojero con sus trinos sus giros y batir de alas.
Aunque no es parte de la historia, está vinculada con ella, como relojero y ermitaño que soy la soledad, me abrumaba, y como dice la canción me llaman abandonado porque no engraso los ejes, y aunque solo trabajaba una hora al día de 8 AM a 9 AM, es muy aburrido andar y andar el camino, sin nada que te entretenga, por eso no los quiero engrasaros.
Entre otros, los que me acompañaron en mis largas tarde de soledad, de relojero ermitaño, fueron, como la radio, una coneja llamada Ruspiela, la cual sigue haciéndome compañía, su reloj y su historia plasmada en un o de mis cuentos, unos cuantos periquitos a destacar a Pacheco enamorado de Ruspiela, el Jilguero ladrón, que me robaba las piezas del reloj y cuando las echaba en falta, las tenía que ir a buscar en u nido, la rata sin cola, la que se pasaba el día en su jaula en soledad girando y girando la rueda y sin engrasar, generando una energía la cual no supe aprovechar, un conejillo de indias que cada dos por tres me chiflaba pidiendo lechuga, una chinchilla que a los pocos días de estar en casa parió chinchel litas, unos peces que me relajaban al observarlos comer, y parir y comerse unos a otros, una iguana que daba latigazos y unas tortugas que de compañía nada hacían.
En fin, todo una fauna, paso por mi taller, de relojería, pero todo ello no fue suficiente, ya que hoy en día sigo hablando conmigo mismo por incontinencia verbal, provocada por la soledad, aunque hará un par de semanas encontré un amigo con quien compartir, pero ya lo dicen el refrán que poco dura la alegría en casa del pobre, el pasado miércoles ingreso en una residencia, por lo que volví a hablar con mis los relojes, y lo bueno es que me contestan, eso si, en sueños.
Y recuerden, pueden solicitar borrador de mi libro Apuntes de relojero 1967-2021. Galy, enviándome un Email con un correo electrónico para hacérselos llegar, es Un regalo del tío abuelo, Galy.