La auténtica vergüenza es que la policía vasca se lo llevase esposado. Podían habérselo llevado al cuartel sin ponerle los grilletes, pero no, se los ponen a luz de todos, mientras se cargan su casa, y a los de la taberna y sus secuaces, a estos ni tocarlos.
Ya sé que esto es hablar de política y no sería lo más conveniente, pero es que ver cómo lo esposan, es vomitivo.