epicuro150
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extraido de la web:
El negocio de las subastas está en auge. Ajeno a los desequilibrios financieros que azotan algunas economías mundiales desde hace meses, la compraventa de arte está atravesando uno de sus mejores momentos. En este ámbito hay un segmento, el de los relojes, que está cobrando protagonismo, tanto por los precios como por los escándalos.
Muchas son las marcas de relojes que salen a subasta: desde Choppard hasta Patek Philippe -Christie's vendió una de sus piezas por 1,5 millones de euros en 2006- pasando por Rolex, Cartier o Van Cleef, y todas alcanzan precios astronómicos.
Sin embargo, es la firma Omega, uno de los fabricantes suizos de más solera, la que ha saltado a los medios de comunicación. El motivo, la duda sembrada por el diario Wall Street Journal sobre una subasta celebrada en abril, en la que uno de sus relojes, de 1950, fue adjudicado por 250.151 euros.
Una artimaña 'casi' perfecta
A través de las subastas, los relojeros ven como sus creaciones se convierten en auténticos productos de lujo y, lo más importante, consiguen que sus clientes acepten como algo normal pagar precios más altos. Así, tras la venta, Omega anunció por todo lo alto lo satisfechos que estaban, alegando que se trataba del "precio más elevado nunca antes pagado" por una de sus piezas, según explicaron, por "un postor suizo".
Pero la elevada cantidad no fue lo que atrajo la atención. Lo que realmente fue comentado es que los compradores fueron ellos mismos. Según indica el diario británico, Omega habría pujado por cerca de 80 de los 300 lotes que fueron sacados a subasta. En total, se recaudaron más de 5 millones de dólares.
El nuevo prestigio que la subasta confirió a Omega se ha esfumado y, en su lugar, se ha aberto un debate ético sobre lo adecuado de este tipo de prácticas, destapadas por el Wall Street. La discreción y privacidad con respecto a los postores es un referente común en las casas de subastas más importantes, como Christie's o Sotheby's: ante gastos astronómicos, empresarios, millonarios o bancos de inversión suelen preferir mantener sus identidades en el anonimato. Sin embargo, en ellas Omega no habría podido pujar por su reloj sin que lo hubiera sabido la sala.
Dos años de "colaboración"
Fue en Antiquorum Auctioneers, una casa especializada en subastas de relojes de Ginebra, donde fue posible llevar a cabo la trampa. Su técnica estrella consiste en organizar subastas para una sola marca, en las que se le permite participar al fabricante. Según Osvaldo Patrizzi, cofundador de Antiquorum y su presidente hasta hace dos meses, cunado fue despedido, se trata de "una forma completamente diferente de hacer promoción" con la que se consigue una repercusión mayor incluso que un anuncio publicitario.
En el caso concreto de Omega, la preparación previa a la subasta también fue importante: una gran fiesta en Los Ángeles y un precioso catálogo de 600 páginas fueron el envoltorio con el que se preparó el terreno. Una "colaboración", tal y como la denominó Patrizzi, que no ha sido bien vista por sus colegas de profesión.
"La mayor parte del público no sabe que las compras más elevadas fueron realizadas por los propios fabricantes", manifestó Georges-Henri Meylan, consejero delegado de Audemars Piguet , una firma de relojes suizos de lujo, "es peligroso". En su defensa, el presidente de Omega, Stephen Urquhart, ha asegurado que la compañía no está escondiendo su oferta y que los relojes los compró porque quería exponerlos en su museo de Suiza.
Cierto o no, Omega se ha visto más beneficiada por los éxitos cosechados en Antiquorum que por sus campañas con Cindy Crawford o Michael Schumacher
El negocio de las subastas está en auge. Ajeno a los desequilibrios financieros que azotan algunas economías mundiales desde hace meses, la compraventa de arte está atravesando uno de sus mejores momentos. En este ámbito hay un segmento, el de los relojes, que está cobrando protagonismo, tanto por los precios como por los escándalos.
Muchas son las marcas de relojes que salen a subasta: desde Choppard hasta Patek Philippe -Christie's vendió una de sus piezas por 1,5 millones de euros en 2006- pasando por Rolex, Cartier o Van Cleef, y todas alcanzan precios astronómicos.
Sin embargo, es la firma Omega, uno de los fabricantes suizos de más solera, la que ha saltado a los medios de comunicación. El motivo, la duda sembrada por el diario Wall Street Journal sobre una subasta celebrada en abril, en la que uno de sus relojes, de 1950, fue adjudicado por 250.151 euros.
Una artimaña 'casi' perfecta
A través de las subastas, los relojeros ven como sus creaciones se convierten en auténticos productos de lujo y, lo más importante, consiguen que sus clientes acepten como algo normal pagar precios más altos. Así, tras la venta, Omega anunció por todo lo alto lo satisfechos que estaban, alegando que se trataba del "precio más elevado nunca antes pagado" por una de sus piezas, según explicaron, por "un postor suizo".
Pero la elevada cantidad no fue lo que atrajo la atención. Lo que realmente fue comentado es que los compradores fueron ellos mismos. Según indica el diario británico, Omega habría pujado por cerca de 80 de los 300 lotes que fueron sacados a subasta. En total, se recaudaron más de 5 millones de dólares.
El nuevo prestigio que la subasta confirió a Omega se ha esfumado y, en su lugar, se ha aberto un debate ético sobre lo adecuado de este tipo de prácticas, destapadas por el Wall Street. La discreción y privacidad con respecto a los postores es un referente común en las casas de subastas más importantes, como Christie's o Sotheby's: ante gastos astronómicos, empresarios, millonarios o bancos de inversión suelen preferir mantener sus identidades en el anonimato. Sin embargo, en ellas Omega no habría podido pujar por su reloj sin que lo hubiera sabido la sala.
Dos años de "colaboración"
Fue en Antiquorum Auctioneers, una casa especializada en subastas de relojes de Ginebra, donde fue posible llevar a cabo la trampa. Su técnica estrella consiste en organizar subastas para una sola marca, en las que se le permite participar al fabricante. Según Osvaldo Patrizzi, cofundador de Antiquorum y su presidente hasta hace dos meses, cunado fue despedido, se trata de "una forma completamente diferente de hacer promoción" con la que se consigue una repercusión mayor incluso que un anuncio publicitario.
En el caso concreto de Omega, la preparación previa a la subasta también fue importante: una gran fiesta en Los Ángeles y un precioso catálogo de 600 páginas fueron el envoltorio con el que se preparó el terreno. Una "colaboración", tal y como la denominó Patrizzi, que no ha sido bien vista por sus colegas de profesión.
"La mayor parte del público no sabe que las compras más elevadas fueron realizadas por los propios fabricantes", manifestó Georges-Henri Meylan, consejero delegado de Audemars Piguet , una firma de relojes suizos de lujo, "es peligroso". En su defensa, el presidente de Omega, Stephen Urquhart, ha asegurado que la compañía no está escondiendo su oferta y que los relojes los compró porque quería exponerlos en su museo de Suiza.
Cierto o no, Omega se ha visto más beneficiada por los éxitos cosechados en Antiquorum que por sus campañas con Cindy Crawford o Michael Schumacher