Y yo también los tengo, y qué razón tiene Eduardo Galeano, ¿cómo ha cambiado todo?
He visto a los colchoneros escardando la lana, a los carboneros vendiendo además del carbón, las teas para encender los braseros. Conocí los hornillos de petróleo que también se obtenía en esos carboneros ennegrecidos por su trabajo. He lavado pañales, mejor dicho he visto como los lavaba mi mujer, yo le ayudaba a plegarlos.
Había quien provisto de un largo palo recorría las calles dándole al interuptor para encender las escasa bombillas que medio iluminaban las calles (un puesto de trabajo que se perdió), al igual que el del Sereno cargado de enormes llaves de los portales.
Y como dice Galeano, las cosas duraban, se compraban para que duraran y se les daba valor, y si se rompían era toda una desventura, pero había oficios que les daban de nuevo la vida. Y muchas , muchas cosas se compraban para que fueran heredadas.
Hoy nada vale nada, todo es desechable, los abuelos morían en casa, hoy en una triste residencia de ancianos, por fuera son muy bonitas con unos salones espectaculares, pero arriba en los pisos, en sus habitaciones, ¿habeis visto los trenes de sillas de ruedas cada una con su anciano correspondiente, aparcadas en los pasillos, en espera de que el celador de turno los meta en sus habitaciones?
Y si esto ocurre con ellos, qué se puede esperar de teléfonos, TV, frigoríficos, relojes con económicos módulos de cuarzo y esfera con una pasajera marca de moda, o con los muebles, antes eran de madera y duraban generaciones, en casa de mis suegros y de mis padres aún están los comedores que heredaron de sus padres, hoy los muebles hay que cambiarlos cada dos por tres porque el mero hecho de fregar el suelo hace que su aglomerado de virutas se hinche y deforme.
Como dice Eduardo Galeote: ¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.