La compre tan sucia que ni se supo hasta limpiarla que el plumin iba firmado y de oro.
Hechas una a una, en Barcelona por un señor que era portero de un edificio. Compraba lo metálico pero el resto de la pluma lo hacia el en
su domicilio, para luego salir a venderlas personalmente. Se llamaba Modesto Hernandez Lozano.