epicuro150
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de la Web Blancpain.
En la fascinante historia de los relojeros, Blancpain destaca como uno de los más antiguos. El nombre de Jean-Jacques Blancpain apareció por primera vez grabado en un reloj en 1735. Su “fábrica” era, en realidad, una granja en Villaret, en el Vallée de Joux, y todavía habían de pasar otros cien años para que su bisnieto pudiera levantar una pequeña fábrica en la que confeccionar los magníficos relojes que le darían fama en Francia, Alemania y Rusia. El negocio fue pasando de padres a hijos duran*te trece generaciones hasta que la muerte de Fredenc Emil Blancpain en 1932 puso fin a la dinastía . Durante los cuarenta años siguientes, la firma fue dirigida por madame Fichter, y la compañía cambió su nombre por el de Ray*ville (un anagrama aproximado de Villaret).
En 1926, la firma empezó a producir el primer reloj de pulsera de cuerda automática, basado en el diseño patentado por John Harwood. En 1953 tuvo un gran éxito un reloj de buceador que soportaba una presión de hasta 183 metros y que llevó nada menos que Jacques Cousteau, modelo que posteriormente se con*vertiría en un emblema de la Marina francesa. Después vino el “Ladybird”, la maquinaria de relojería más compacta jamás realizada —tan sólo 11,85 mmdc diámetro—. Pero como ocurriera a tantas otras casas relojeras, la llegada del cuarzo afectó seriamente a la firma, que terminó siendo absorbida por un consorcio de fabricantes, entre los que podemos mencionar a Omega, y su nombre se perdió en el olvido.
En 1983, doscientos cincuenta años después de su fundación, Blancpain volvió al mercado con nuevos propietarios; la casa estableció su sede en una granja en Le Brassus, un edificio idéntico a aquel en que residiera su fundador. La ocasión se celebró con el lanzamiento de un modelo de reloj de pulsera automático con calendario perpetuo y la innovadora aparición de las fases lunares en la esfera. Las seis piezas maestras de la relojería de pulsera —el cronómetro, el repetidor de minutos, el calendario lunar, el calendario perpetuo, el regulador tourbillon y el cronómetro ultradelgado — han sido todas creaciones de Blancpain. Esta firma nunca ha utilizado maquinarias con tecnología de cuarzo y nunca lo hará sus relojes son reconocibles por los mecanismos anteriormente citados y por los materiales que emplean en su fabricación: oro de 18 quilates (que puede ser rosado, blanco o amarillo), platino y oro de 18 quilates con acero, con o sin piedras preciosas, correas de cuero cosidas a mano (que pueden intercambiarse con pulseras metálicas), indicadores en las esferas hechos de oro de 18 quilates, y cristales de zafiro resistentes a los arañazos. El total de su producción es de 6.000 unidades al año, y todas las partes de cada uno de esos 6.000 relojes son pulidas y acabadas a mano por los quince relojeros especializados. Se numera y registra la maquinaria y la caja de cada uno de los ejemplares. Existe un único tipo de caja para todos ellos —redonda— y únicamente dos tamaños, uno para señoras y otro para caballeros, aunque sí hay cierta variedad en las esferas, todas las cuales son, eso sí, blancas y con números romanos
En la fascinante historia de los relojeros, Blancpain destaca como uno de los más antiguos. El nombre de Jean-Jacques Blancpain apareció por primera vez grabado en un reloj en 1735. Su “fábrica” era, en realidad, una granja en Villaret, en el Vallée de Joux, y todavía habían de pasar otros cien años para que su bisnieto pudiera levantar una pequeña fábrica en la que confeccionar los magníficos relojes que le darían fama en Francia, Alemania y Rusia. El negocio fue pasando de padres a hijos duran*te trece generaciones hasta que la muerte de Fredenc Emil Blancpain en 1932 puso fin a la dinastía . Durante los cuarenta años siguientes, la firma fue dirigida por madame Fichter, y la compañía cambió su nombre por el de Ray*ville (un anagrama aproximado de Villaret).
En 1926, la firma empezó a producir el primer reloj de pulsera de cuerda automática, basado en el diseño patentado por John Harwood. En 1953 tuvo un gran éxito un reloj de buceador que soportaba una presión de hasta 183 metros y que llevó nada menos que Jacques Cousteau, modelo que posteriormente se con*vertiría en un emblema de la Marina francesa. Después vino el “Ladybird”, la maquinaria de relojería más compacta jamás realizada —tan sólo 11,85 mmdc diámetro—. Pero como ocurriera a tantas otras casas relojeras, la llegada del cuarzo afectó seriamente a la firma, que terminó siendo absorbida por un consorcio de fabricantes, entre los que podemos mencionar a Omega, y su nombre se perdió en el olvido.
En 1983, doscientos cincuenta años después de su fundación, Blancpain volvió al mercado con nuevos propietarios; la casa estableció su sede en una granja en Le Brassus, un edificio idéntico a aquel en que residiera su fundador. La ocasión se celebró con el lanzamiento de un modelo de reloj de pulsera automático con calendario perpetuo y la innovadora aparición de las fases lunares en la esfera. Las seis piezas maestras de la relojería de pulsera —el cronómetro, el repetidor de minutos, el calendario lunar, el calendario perpetuo, el regulador tourbillon y el cronómetro ultradelgado — han sido todas creaciones de Blancpain. Esta firma nunca ha utilizado maquinarias con tecnología de cuarzo y nunca lo hará sus relojes son reconocibles por los mecanismos anteriormente citados y por los materiales que emplean en su fabricación: oro de 18 quilates (que puede ser rosado, blanco o amarillo), platino y oro de 18 quilates con acero, con o sin piedras preciosas, correas de cuero cosidas a mano (que pueden intercambiarse con pulseras metálicas), indicadores en las esferas hechos de oro de 18 quilates, y cristales de zafiro resistentes a los arañazos. El total de su producción es de 6.000 unidades al año, y todas las partes de cada uno de esos 6.000 relojes son pulidas y acabadas a mano por los quince relojeros especializados. Se numera y registra la maquinaria y la caja de cada uno de los ejemplares. Existe un único tipo de caja para todos ellos —redonda— y únicamente dos tamaños, uno para señoras y otro para caballeros, aunque sí hay cierta variedad en las esferas, todas las cuales son, eso sí, blancas y con números romanos