Claudio
Baneado
Trozo de la obra “Bosquejo de política económica española”, de Pedro Rodríguez Campomanes, 1750.
[…] La facilidad en el modo de fabricar es tan necesaria como el haber fábricas. ¿Qué sirve establecer fábricas de paños si las tijeras con que se cortan no se fabrican en ellas? y una guerra puede imposibilitar los instrumentos, por eso nuestros artífices, o carecen de instrumentos o, trayéndoles de fuera, les cuesta tanto, que es preciso cargarlo todo en el género. El remedio está en que todo se construya en el reino y se guarde lo pactado con los artífices extranjeros, que aquí se establezcan a este efecto.
Los relojes extraen caudales inmensos del reino, y, habiendo tantos relojeros en él, muy pocos fabrican relojes nuevos y muchos ni saben. Y es la causa que, faltándoles aquí las varias piezas que se necesitan para que el autor le arme, es difícil fabricarle, y si todos los ha de preparar o disponer por sí, triplicará el costo, y nunca llegará el caso de establecerse la fábrica. El remedio sería obligar al gremio de relojeros y ayudarles a que estableciesen en España diferentes fábricas de piezas a imitación de Inglaterra y Ginebra, porque de otro modo nunca se logrará el fin. Lo mismo se puede decir de otras manufacturas distintas que aquí están atrasadas.
Cuán útil sería, por orden general, mandar que cada clase de fabricante manifestase el modo con que hace sus maniobras, el estado en que se halla, de qué suerte o género se surte, de qué instrumentos y de qué países vienen, cuáles son mejores y qué necesitaría para perfeccionarse; de forma que, con separación, hubiese libro en la Junta de Comercio donde constase todo esto, para que con conocimiento se fuese proporcionando el adelantamiento y removiendo todos los inconvenientes que se descubriesen, podríase por medio de los embajadores adquirir noticias de las fábricas extranjeras y medios con que se promueven, y enviar también artífices españoles que se acabasen de perfeccionar en los países extranjeros y se desengañasen de que hay quien sepa más que ellos.
Los relojes extraen caudales inmensos del reino, y, habiendo tantos relojeros en él, muy pocos fabrican relojes nuevos y muchos ni saben. Y es la causa que, faltándoles aquí las varias piezas que se necesitan para que el autor le arme, es difícil fabricarle, y si todos los ha de preparar o disponer por sí, triplicará el costo, y nunca llegará el caso de establecerse la fábrica. El remedio sería obligar al gremio de relojeros y ayudarles a que estableciesen en España diferentes fábricas de piezas a imitación de Inglaterra y Ginebra, porque de otro modo nunca se logrará el fin. Lo mismo se puede decir de otras manufacturas distintas que aquí están atrasadas.
Cuán útil sería, por orden general, mandar que cada clase de fabricante manifestase el modo con que hace sus maniobras, el estado en que se halla, de qué suerte o género se surte, de qué instrumentos y de qué países vienen, cuáles son mejores y qué necesitaría para perfeccionarse; de forma que, con separación, hubiese libro en la Junta de Comercio donde constase todo esto, para que con conocimiento se fuese proporcionando el adelantamiento y removiendo todos los inconvenientes que se descubriesen, podríase por medio de los embajadores adquirir noticias de las fábricas extranjeras y medios con que se promueven, y enviar también artífices españoles que se acabasen de perfeccionar en los países extranjeros y se desengañasen de que hay quien sepa más que ellos.
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