Joanot
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En este país, somos bastante destructivos y nos dedicamos, en general, a destacar casi siempre lo negativo.
Si solo ponemos énfasis en los retrasos de los trenes, llegaremos a creer que siempre llegan tarde, cuando no hay nada más lejos de la realidad.
No entraré en estadísticas pues cada uno las manipula en favor de lo que le conviene, pero sí puedo aportar mi experiencia personal como profesional de la conducción ferroviaria.
Cualquiera podría considerar que la puntualidad está relacionada con la velocidad. Que cuanto más corre un tren, más puntual es. No es así, sino que está relacionada con el tiempo concedido en cada trayecto, entendiendo como tal el tiempo que tarda un tren entre una parada y la siguiente a velocidad de “crucero” siendo éste un término aplicado a las naves aéreas o marítimas pero que nos da una idea para el caso que nos ocupa.
La marcha de un tren no es, ni de lejos, uniforme y regular. Está llena de pequeñas incidencias como leves averías, tanto del vehículo como de la infraestructura, o que si un viajero tiene problemas al acceder al tren y hay que esperarle unos segundos, o que si las condiciones meteorológicas no son las idóneas y el maquinista decide reducir prudentemente la velocidad..., o cualquier otra causa que pueda pasar por la imaginación del lector. No entramos en las causas más graves como averías o accidentes cuyos retrasos son insalvables.
Da igual que sea un AVE que puede correr a 300 km por hora o un cercanías que puede correr a 120 km por hora, si las prescripciones obligan a correr al máximo de su velocidad, cuando ese tren tenga cualquiera de las pequeñas incidencias antes comentadas no tendrá capacidad para recuperar ese retraso.
La velocidad necesaria para cubrir un trayecto entre dos paradas en el tiempo concedido, o velocidad normal o de “comodidad”, es menor que la velocidad máxima que puede desarrollar ese tren, teniendo en cuenta sus características técnicas y las limitaciones de la vía.
Cuanto más grande sea esa diferencia, más fácil lo tendrá ese tren para recuperar el tiempo perdido y en un trayecto o dos podrá ponerse a la hora.
Es como cuando vamos andando por la calle y nos damos cuenta de que llegamos tarde. Nos ponemos a andar más rápido, eso sí, sin rebasar nuestra propia capacidad física ni las normas de circulación de la vía pública.
Por eso, muchas veces observaremos, sobre todo en trenes de largo recorrido, que llega adelantado a una estación. Ese adelanto es parte del margen de tiempo del que hablamos.
En resumen, es más importante que el tren llegue a la hora que no que llegue en menos tiempo.
Lo que no puede hacer nunca un tren de viajeros y además está prohibido, es salir con adelanto, pues se dejaría gente en la estación.
Gracias por leerme.
Si solo ponemos énfasis en los retrasos de los trenes, llegaremos a creer que siempre llegan tarde, cuando no hay nada más lejos de la realidad.
No entraré en estadísticas pues cada uno las manipula en favor de lo que le conviene, pero sí puedo aportar mi experiencia personal como profesional de la conducción ferroviaria.
Cualquiera podría considerar que la puntualidad está relacionada con la velocidad. Que cuanto más corre un tren, más puntual es. No es así, sino que está relacionada con el tiempo concedido en cada trayecto, entendiendo como tal el tiempo que tarda un tren entre una parada y la siguiente a velocidad de “crucero” siendo éste un término aplicado a las naves aéreas o marítimas pero que nos da una idea para el caso que nos ocupa.
La marcha de un tren no es, ni de lejos, uniforme y regular. Está llena de pequeñas incidencias como leves averías, tanto del vehículo como de la infraestructura, o que si un viajero tiene problemas al acceder al tren y hay que esperarle unos segundos, o que si las condiciones meteorológicas no son las idóneas y el maquinista decide reducir prudentemente la velocidad..., o cualquier otra causa que pueda pasar por la imaginación del lector. No entramos en las causas más graves como averías o accidentes cuyos retrasos son insalvables.
Da igual que sea un AVE que puede correr a 300 km por hora o un cercanías que puede correr a 120 km por hora, si las prescripciones obligan a correr al máximo de su velocidad, cuando ese tren tenga cualquiera de las pequeñas incidencias antes comentadas no tendrá capacidad para recuperar ese retraso.
La velocidad necesaria para cubrir un trayecto entre dos paradas en el tiempo concedido, o velocidad normal o de “comodidad”, es menor que la velocidad máxima que puede desarrollar ese tren, teniendo en cuenta sus características técnicas y las limitaciones de la vía.
Cuanto más grande sea esa diferencia, más fácil lo tendrá ese tren para recuperar el tiempo perdido y en un trayecto o dos podrá ponerse a la hora.
Es como cuando vamos andando por la calle y nos damos cuenta de que llegamos tarde. Nos ponemos a andar más rápido, eso sí, sin rebasar nuestra propia capacidad física ni las normas de circulación de la vía pública.
Por eso, muchas veces observaremos, sobre todo en trenes de largo recorrido, que llega adelantado a una estación. Ese adelanto es parte del margen de tiempo del que hablamos.
En resumen, es más importante que el tren llegue a la hora que no que llegue en menos tiempo.
Lo que no puede hacer nunca un tren de viajeros y además está prohibido, es salir con adelanto, pues se dejaría gente en la estación.
Gracias por leerme.
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