Dos hombres del mismo nombre mueren el mismo día. Un taxista llamado Pepe Pérez, al recobrar el sentido se encuentra ante las puertas del Cielo, y ante él, Dios, que le pregunta:
-¿Eres Pepe Pérez, el cura?
-No, Señor. Soy taxista.
Y Dios le dice:
-Pues toma, una túnica de seda y una varita con esmeraldas. Pasa.
En la cola de los recién fallecidos, siguen pasando más personas, hasta que llega uno que dice llamarse Pepe Pérez, y Dios le pregunta:
-¿Eres el cura?
-Sí.
-Pues toma, una túnica de esparto y una varita de pino.
El cura se queda muy sorprendido, mira a Dios y le dice:
-Señor, verás, yo he estado predicando tu fe toda mi vida, dando sermones en la iglesia todos los días, y ese taxista, que hasta hace poco no sabía conducir, atropellaba gente a diestro y siniestro, que todo el mundo iba a asustado por la calle al verlo pasar.
A lo que Dios le contesta:
-Mira, desde hace algún tiempo estoy aplicando algo que hacen en la Tierra, la productividad. Cuando tú das tus sermones en la iglesia, la gente se duerme, y cuando el taxista sale a la calle, rezan.
-¿Eres Pepe Pérez, el cura?
-No, Señor. Soy taxista.
Y Dios le dice:
-Pues toma, una túnica de seda y una varita con esmeraldas. Pasa.
En la cola de los recién fallecidos, siguen pasando más personas, hasta que llega uno que dice llamarse Pepe Pérez, y Dios le pregunta:
-¿Eres el cura?
-Sí.
-Pues toma, una túnica de esparto y una varita de pino.
El cura se queda muy sorprendido, mira a Dios y le dice:
-Señor, verás, yo he estado predicando tu fe toda mi vida, dando sermones en la iglesia todos los días, y ese taxista, que hasta hace poco no sabía conducir, atropellaba gente a diestro y siniestro, que todo el mundo iba a asustado por la calle al verlo pasar.
A lo que Dios le contesta:
-Mira, desde hace algún tiempo estoy aplicando algo que hacen en la Tierra, la productividad. Cuando tú das tus sermones en la iglesia, la gente se duerme, y cuando el taxista sale a la calle, rezan.
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