Pooh
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Y al final fue nada.
A las puertas de Santa Maria de Viana, «para que en pago de sus culpas le pisotearan los hombres y las bestias» yace uno de los hombres más importantes del renacimiento.
No puedo, pues, censurar ninguno de los actos del duque; por el contrario, me parece
que deben imitarlos todos aquellos que llegan al trono mediante la fortuna y las armas
ajenas. Porque no es posible conducirse de otro modo cuando se tienen tanto valor y
tanta ambición. Y si sus propósitos no se realizaron, tan sólo fue por su enfermedad y
por la brevedad de la vida de Alejandro. El príncipe nuevo que crea necesario defenderse
de enemigos, conquistar amigos, vencer por la fuerza o por el fraude, hacerse amar o
temer de los habitantes, respetar y obedecer por los soldados, matar a los que puedan
perjudicarlo, reemplazar con nuevas las leyes antiguas, ser severo y amable, magnánimo
y liberal, disolver las milicias infieles, crear nuevas, conservar la amistad de reyes y
príncipes de modo que lo favorezcan de buen grado o lo ataquen con recelos; el que
juzgue indispensable hacer todo esto, digo, no puede hallar ejemplos más recientes que
los actos del duque. Sólo se lo puede criticar en lo que respecta a la elección del nuevo
pontífice, porque, si bien no podía hacer nombrar a un papa adicto, podía impedir que lo
fuese este o aquel de los cardenales, y nunca debió consentir en que fuera elevado al
Pontificado alguno de los cardenales a quienes había ofendido o de aquellos que, una vez
papas, tuviesen que temerle. Pues los hombres ofenden por miedo o por odio. Aquellos a
quienes había ofendido eran, entre otros, el cardenal de San Pedro, Advíncula, Colonna,
San Jorge y Ascanio; todos los demás, si llegados al solio, debían temerle, salvo el
cardenal de Ambaise dado su poder, que nacía del de Francia, y los españoles ligados a
él por alianza y obligaciones reciprocas. Por consiguiente, el duque debía tratar ante todo
de ungir papa a un español, y, a no serle posible, aceptar al cardenal de Arnboise antes
que el de San Pedro Advíncula. Pues se engaña quien cree que entre personas eminentes
los beneficios nuevos hacen olvidar las ofensas antiguas. Se equivocó el. duque en esta
elección, causa última de su definitiva ruina.
Niccolò di Bernardo dei Machiavelli. El Principe. Capitulo VII, sobre César Borgia.
A las puertas de Santa Maria de Viana, «para que en pago de sus culpas le pisotearan los hombres y las bestias» yace uno de los hombres más importantes del renacimiento.
No puedo, pues, censurar ninguno de los actos del duque; por el contrario, me parece
que deben imitarlos todos aquellos que llegan al trono mediante la fortuna y las armas
ajenas. Porque no es posible conducirse de otro modo cuando se tienen tanto valor y
tanta ambición. Y si sus propósitos no se realizaron, tan sólo fue por su enfermedad y
por la brevedad de la vida de Alejandro. El príncipe nuevo que crea necesario defenderse
de enemigos, conquistar amigos, vencer por la fuerza o por el fraude, hacerse amar o
temer de los habitantes, respetar y obedecer por los soldados, matar a los que puedan
perjudicarlo, reemplazar con nuevas las leyes antiguas, ser severo y amable, magnánimo
y liberal, disolver las milicias infieles, crear nuevas, conservar la amistad de reyes y
príncipes de modo que lo favorezcan de buen grado o lo ataquen con recelos; el que
juzgue indispensable hacer todo esto, digo, no puede hallar ejemplos más recientes que
los actos del duque. Sólo se lo puede criticar en lo que respecta a la elección del nuevo
pontífice, porque, si bien no podía hacer nombrar a un papa adicto, podía impedir que lo
fuese este o aquel de los cardenales, y nunca debió consentir en que fuera elevado al
Pontificado alguno de los cardenales a quienes había ofendido o de aquellos que, una vez
papas, tuviesen que temerle. Pues los hombres ofenden por miedo o por odio. Aquellos a
quienes había ofendido eran, entre otros, el cardenal de San Pedro, Advíncula, Colonna,
San Jorge y Ascanio; todos los demás, si llegados al solio, debían temerle, salvo el
cardenal de Ambaise dado su poder, que nacía del de Francia, y los españoles ligados a
él por alianza y obligaciones reciprocas. Por consiguiente, el duque debía tratar ante todo
de ungir papa a un español, y, a no serle posible, aceptar al cardenal de Arnboise antes
que el de San Pedro Advíncula. Pues se engaña quien cree que entre personas eminentes
los beneficios nuevos hacen olvidar las ofensas antiguas. Se equivocó el. duque en esta
elección, causa última de su definitiva ruina.
Niccolò di Bernardo dei Machiavelli. El Principe. Capitulo VII, sobre César Borgia.