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By Simon Heffer ( columnista del Daily mail )
El lunes pasado, Violetta Vella, de 82 años fue encontrada muerta en un charco de sangre en su departamento al norte de Londres.
Fue atacada en su propio hogar, a plena luz del día, y apuñalada varias veces en el cuello. Una banda de jóvenes fue vista huyendo del lugar. El barrio donde ella vivía, esta infectada con adictos que roban y saquean para financiar su hábito.
Dos días después que la señora Vella fuera asesinada, un juzgado oía como una buena esposa había sido asesinada, su hijo adolescente y su novia mutilados después de que les dispararan fuera de su casa en las afueras de Hartsbury. El objeto del robo fueron un par de relojes Rolex.
Ese mismo día un adicto, Andrew Aston, fue sentenciado a 26 cadenas perpetuas por asesinar en sus casas a dos octogenarios veteranos de guerra y por atacar a 24 jubilados más. El padre de Aston declaro, con encomiable propiedad, que creía que su hijo debería ser colgado.
Supimos también que 10 días atrás, un gerente de una firma de computadoras, su esposa y su bebé fueron emboscados en su casa por una banda de 8 motociclistas con hachas, cuchillos y bates de baseball. Ya estamos acostumbrados a oír todos los días historias de robos violentos de autos, y resignados frente a la noticia que el delito callejero aumento en Londres un 39% el ultimo año.
Todos sabemos que las cosas han ido empeorando desde los 60. Suponemos, sin embargo, que ya hemos alcanzado el punto donde ya, finalmente, “es suficiente”
Decir que tenemos una “epidemia” de delito violento es subestimarlo hasta el límite. Como lo muestran los incidentes de esta semana, golpea a todas las clases sociales.
La ola delictiva es un compuesto formado por la complacencia de los políticos, la actitud de la policía de “corrección política” y un sistema de justicia penal que hace agua. Ahora hemos llegado a una situación en la cual pocos pueden sentirse seguros aun en sus hogares, y este podría ser el punto de quiebre.
Muchos de nosotros asumimos implícitamente que existe un contrato entre la gente honesta y el estado. A cambio de nuestra contención, el estado puede usar los medios a su disposición para controlar el crimen. Debería regular correctamente a nuestra sociedad. Debería castigar severamente a aquellos que nos atacan.
Creo que ya quedo claro para todos nosotros que el estado ha roto ese contrato. Cuando hablamos de delito, ya no hablamos más de “buenos”, “honestos” delincuentes. Tratamos con degenerados que ven al delito no solo como un estilo de vida, sino también como recreación.
No tienen ningún respeto por la propiedad ni la vida ajenas. Todos ellos son la maldad personificada. Muchos tienen su maldad exacerbada con productos químicos que afectan la mente. Pero sobre todo, se involucran en un comportamiento destructivo, anárquico porque están confiados en que la policía no los agarrará, o, si llegaran a hacerlo, no serán castigados de manera acorde a los horribles delitos que cometieron.
Como este contrato se ha roto, ¿que debería hacer el publico? Idealmente, deberíamos persuadir a nuestro gobierno que imponga políticas para convencer a la gente de no cometer esos delitos, pero no lo hacen.
El repulsivo hijo del señor Aston no será colgado. Tampoco los asesinos de la señora Vella. Tampoco los vendedores de droga que son la razón de muchos de estos males. Tampoco la policía tendrá los recursos necesarios para poner mas uniformados en la calle.
Y tampoco, aunque esto fuera posible, se les daría el apoyo para que tomen la actitud preventiva, agresiva que se necesita para lidiar con los delincuentes de las grandes ciudades.
El gobierno adolece por completo de la voluntad política para lidiar con la violación de la más fundamental de las libertades de la gente que gobierna: La libertad de sentirse seguros en sus propios hogares.
En vista de esta escandalosa situación, ha llegado el momento que el gobierno le confiera a la gente un nuevo derecho: el derecho a portar armas. De todas maneras, el control de armas en este país es un chiste. Hay muchos mas delitos cometidos con armas que antes que se promulgara esta estúpida ley para prohibir las armas cortas después de la masacre de Dunblane (donde un loco mato a varios chicos en una escuela)
La policía regula obsesivamente las escopetas y rifles de deportistas que no tienen la menor intención de matar a nadie con ellos, mientras falla miserablemente en controlar las armas ilegales. En EEUU, los dos estados con mayor porcentaje de armas (Vermont y New Hampshire) son los estados con el nivel de delitos más bajos de la nación.
Uno de los lugares con más asesinatos en EEUU, Washington DC, es también uno de los lugares con las leyes de armas mas restrictivas. En la mayoría de los estados de la unión no solo esta permitido dispararle a un ladrón que invade una propiedad, se lo considera como parte de las responsabilidades cívicas de cada uno.
Como resultado de esto, tenemos muy pocos robos en EEUU (comparado con el Reino Unido). En este país, cuando un hombre le dispara a un delincuente que es parte de una banda que tiene mas de 100 condenas en total, es él quien ira a prisión…de por vida.
Muchos de estos delitos son cometidos por drogadictos, que podrían llevar a alguien a argumentar que podrían no ser suficientemente racionales para detenerse a tiempo frente a alguien armado. Si, ellos podrían no responder cuando están “volados”, pero ese es problema de ellos, no nuestro.
De cualquier manera, esto no es acerca del delincuente, sino acerca de proteger a las victimas. El punto es conseguir una real posibilidad de parar al delincuente. El principio de protección debería extenderse.
Si resultara inaceptable para un conductor portar un arma -aun cuando muchos delincuentes lo hacen rutinariamente- ciertamente un conductor que es detenido por un asaltante, o un peatón que es atacado por un ladrón, debería poder rociarlos con aerosol de pimienta en la cara, o aturdirlos sin temor a ser perseguido judicialmente por usar un “arma ilegal”.
Hoy día con estos delitos pesan más los derechos de los delincuentes que los de las victimas y esto, en una sociedad justa, no se puede permitir que continúe.
De manera ideal, el gobierno le daría a la policía los recursos y el apoyo moral y a las cortes los poderes suficientes para disminuir esta depravación. Como no hay signos que lo esté haciendo, debe permitirle a la gente defenderse a si misma.
Si esto significa delincuentes muertos u horriblemente heridos, que así sea. Ellos tienen la opción de elegir, sus victimas no.
Saludos.
El lunes pasado, Violetta Vella, de 82 años fue encontrada muerta en un charco de sangre en su departamento al norte de Londres.
Fue atacada en su propio hogar, a plena luz del día, y apuñalada varias veces en el cuello. Una banda de jóvenes fue vista huyendo del lugar. El barrio donde ella vivía, esta infectada con adictos que roban y saquean para financiar su hábito.
Dos días después que la señora Vella fuera asesinada, un juzgado oía como una buena esposa había sido asesinada, su hijo adolescente y su novia mutilados después de que les dispararan fuera de su casa en las afueras de Hartsbury. El objeto del robo fueron un par de relojes Rolex.
Ese mismo día un adicto, Andrew Aston, fue sentenciado a 26 cadenas perpetuas por asesinar en sus casas a dos octogenarios veteranos de guerra y por atacar a 24 jubilados más. El padre de Aston declaro, con encomiable propiedad, que creía que su hijo debería ser colgado.
Supimos también que 10 días atrás, un gerente de una firma de computadoras, su esposa y su bebé fueron emboscados en su casa por una banda de 8 motociclistas con hachas, cuchillos y bates de baseball. Ya estamos acostumbrados a oír todos los días historias de robos violentos de autos, y resignados frente a la noticia que el delito callejero aumento en Londres un 39% el ultimo año.
Todos sabemos que las cosas han ido empeorando desde los 60. Suponemos, sin embargo, que ya hemos alcanzado el punto donde ya, finalmente, “es suficiente”
Decir que tenemos una “epidemia” de delito violento es subestimarlo hasta el límite. Como lo muestran los incidentes de esta semana, golpea a todas las clases sociales.
La ola delictiva es un compuesto formado por la complacencia de los políticos, la actitud de la policía de “corrección política” y un sistema de justicia penal que hace agua. Ahora hemos llegado a una situación en la cual pocos pueden sentirse seguros aun en sus hogares, y este podría ser el punto de quiebre.
Muchos de nosotros asumimos implícitamente que existe un contrato entre la gente honesta y el estado. A cambio de nuestra contención, el estado puede usar los medios a su disposición para controlar el crimen. Debería regular correctamente a nuestra sociedad. Debería castigar severamente a aquellos que nos atacan.
Creo que ya quedo claro para todos nosotros que el estado ha roto ese contrato. Cuando hablamos de delito, ya no hablamos más de “buenos”, “honestos” delincuentes. Tratamos con degenerados que ven al delito no solo como un estilo de vida, sino también como recreación.
No tienen ningún respeto por la propiedad ni la vida ajenas. Todos ellos son la maldad personificada. Muchos tienen su maldad exacerbada con productos químicos que afectan la mente. Pero sobre todo, se involucran en un comportamiento destructivo, anárquico porque están confiados en que la policía no los agarrará, o, si llegaran a hacerlo, no serán castigados de manera acorde a los horribles delitos que cometieron.
Como este contrato se ha roto, ¿que debería hacer el publico? Idealmente, deberíamos persuadir a nuestro gobierno que imponga políticas para convencer a la gente de no cometer esos delitos, pero no lo hacen.
El repulsivo hijo del señor Aston no será colgado. Tampoco los asesinos de la señora Vella. Tampoco los vendedores de droga que son la razón de muchos de estos males. Tampoco la policía tendrá los recursos necesarios para poner mas uniformados en la calle.
Y tampoco, aunque esto fuera posible, se les daría el apoyo para que tomen la actitud preventiva, agresiva que se necesita para lidiar con los delincuentes de las grandes ciudades.
El gobierno adolece por completo de la voluntad política para lidiar con la violación de la más fundamental de las libertades de la gente que gobierna: La libertad de sentirse seguros en sus propios hogares.
En vista de esta escandalosa situación, ha llegado el momento que el gobierno le confiera a la gente un nuevo derecho: el derecho a portar armas. De todas maneras, el control de armas en este país es un chiste. Hay muchos mas delitos cometidos con armas que antes que se promulgara esta estúpida ley para prohibir las armas cortas después de la masacre de Dunblane (donde un loco mato a varios chicos en una escuela)
La policía regula obsesivamente las escopetas y rifles de deportistas que no tienen la menor intención de matar a nadie con ellos, mientras falla miserablemente en controlar las armas ilegales. En EEUU, los dos estados con mayor porcentaje de armas (Vermont y New Hampshire) son los estados con el nivel de delitos más bajos de la nación.
Uno de los lugares con más asesinatos en EEUU, Washington DC, es también uno de los lugares con las leyes de armas mas restrictivas. En la mayoría de los estados de la unión no solo esta permitido dispararle a un ladrón que invade una propiedad, se lo considera como parte de las responsabilidades cívicas de cada uno.
Como resultado de esto, tenemos muy pocos robos en EEUU (comparado con el Reino Unido). En este país, cuando un hombre le dispara a un delincuente que es parte de una banda que tiene mas de 100 condenas en total, es él quien ira a prisión…de por vida.
Muchos de estos delitos son cometidos por drogadictos, que podrían llevar a alguien a argumentar que podrían no ser suficientemente racionales para detenerse a tiempo frente a alguien armado. Si, ellos podrían no responder cuando están “volados”, pero ese es problema de ellos, no nuestro.
De cualquier manera, esto no es acerca del delincuente, sino acerca de proteger a las victimas. El punto es conseguir una real posibilidad de parar al delincuente. El principio de protección debería extenderse.
Si resultara inaceptable para un conductor portar un arma -aun cuando muchos delincuentes lo hacen rutinariamente- ciertamente un conductor que es detenido por un asaltante, o un peatón que es atacado por un ladrón, debería poder rociarlos con aerosol de pimienta en la cara, o aturdirlos sin temor a ser perseguido judicialmente por usar un “arma ilegal”.
Hoy día con estos delitos pesan más los derechos de los delincuentes que los de las victimas y esto, en una sociedad justa, no se puede permitir que continúe.
De manera ideal, el gobierno le daría a la policía los recursos y el apoyo moral y a las cortes los poderes suficientes para disminuir esta depravación. Como no hay signos que lo esté haciendo, debe permitirle a la gente defenderse a si misma.
Si esto significa delincuentes muertos u horriblemente heridos, que así sea. Ellos tienen la opción de elegir, sus victimas no.
Saludos.